Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Siempre se dijo que de Madrid al cielo pero hasta que no construyeron la T4 no solucionaron bien la puerta de entrada a las nubes. La T4 ha cumplido un año de servicio con algunas complicaciones iniciales y desgraciadamente señalada con sangre de ecuatorianos. Los premios de arquitectura que ha tenido y los miles de pasajeros que la han utilizado no son nada comparados con la mancha del terror, pero Madrid tiene una capacidad innata para salir del paso de los delincuentes y tiene derecho de presumir de un puerto aéreo de primera categoría.
La T4 fue recibida con incredulidad al principio, era como si en el puerto donde atracaba la barca Chanquete hubieran ampliado el pantalán para que cupiera el ?Queen Mary?.
Pero los tiempos obligan a actualizar los servicios y tenemos un aeropuerto internacional en suelo cañí. Madrid es ciudad acogedora también para los grandes pájaros de acero que repostan y no paran quietos en esta migración de viajeros que no deja batir de alas sino humo de queroseno.
Si uno se pregunta asombrado por qué vuela un cacharro de hierro cargado de maletas y personas, también se puede preguntar cómo se gobierna el tránsito de tantos sin necesidad de un alcalde. La T4 es una ciudad alternativa donde está a punto de llegar el metro para convertirla en eje de las comunicaciones.
Esperemos que pronto acaben las obras de reconstrucción del módulo bombardeado. Antes los padres llevaban a sus hijos a ver despegar aviones a la antigua Barajas, ahora les llevan los domingos a ver el esqueleto amarillo que compone el gran paquidermo, un animal inmenso que hace de ballena donde los descendientes de Jonás vamos mirando la puerta de embarque en unas pantallas virtuales.
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Etiquetas: madridiario.es, opinion