Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Tengan por seguro que si Miguel Strogoff hubiera tenido que cruzar Madrid en taxi, en plena noche navideña, el zar se queda sin correo, se ponga Julio Verne como se ponga. Otro tanto le hubiera pasado a Phileas Fogg, que podría haber dado la vuelta al mundo en setenta y nueve días para luego fracasar en su intento de atravesar Madrid; mucho levantar el bastón como una majorette, pero de Cibeles no le rescata ni la caridad. Más de 15.000 licencias de taxis en la ciudad de Madrid y en las noches de las cenas de empresa no aparece uno a menos de cinco días a caballo a la redonda. Tan exagerado es el caso, que se han diagnosticado catarros de espera, dícese de los virus contraídos mientras se aguarda la llegada de un ángel con la luz verde.
El Ayuntamiento de Madrid, siempre tan gentil a la hora de atender a sus ciudadanos, seguro que tiene una explicación de por qué no hay taxis en las noches de diciembre. ¿Dónde se meten o acaso es que sufren una avería contagiosa que les impide arrancar el motor? En este caso hablaríamos de epidemia blanca con franjas rojas. La Policía Municipal, además de controlar el tráfico rodado, podría estar al loro del tráfico de transeúntes y tener la sensibilidad de avisar a los taxis que vean libres de que otros tantos ciudadanos les aguardan. No es de recibo dejar a los que salen de las cenas vagando por las calles como si fueran exiliados republicanos que cruzan los Pirineos para llegar a Hendaya, la nariz helada y los sabañones en estado de ebullición. Se han dado casos de algunos que de tanto mirar hacia atrás para comprobar si venía un taxi se han convertido en estatua de sal, (un efecto secundario de las migraciones bíblicas). Hasta es posible que la San Silvestre Vallecana que todos los años se corre el día 31 de diciembre, no sea otra cosa que un simulacro de traslado de madrileños al trote de una punta a otra de la ciudad, para que nos vayamos acostumbrando.
Sin duda que algo ocurre para que los profesionales del taxi no quieran circular en las noches navideñas. Tal vez sea una cuestión pendiente con el Ayuntamiento de la que no tenemos noticia. Quién sabe si la adaptación de las nuevas tarifas de bajada de bandera, o quizá se trate de la seguridad o simplemente que de tanto cortar las calles a su vez les han cortado el rollo. Que una cosa es ser un servicio público y otra una servidumbre municipal. Cuando las aves migratorias dejan un año de pasar, los naturalistas se preguntan por los motivos, otro tanto deberían hacerse los responsables de movilidad madrileña. No vaya a ser que en las guías para turistas se diga que en Madrid los taxis menguan al llegar la Navidad. Seguro que Germán de Argumosa le encuentra una explicación a este misterio urbano.
Compartir: