Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
A pesar de que el Consejo de Estado haya emitido su negativo dictamen sobre el reglamento regional que desarrolla la ley del tabaco (que a los efectos tiene tanto valor como echar la Primitiva fuera de plazo), la Comunidad de Madrid tiene manos libres para permitir que se fume en las bodas, asunto que parecerá baladí, pero que tiene preocupados a los analistas de la Casa Blanca. En Washington, siguen con interés el pulso de la presidenta regional con el Gobierno de Moncloa. Lo que para unos pueden ser colillas sin importancia, para Esperanza Aguirre es munición de calibre grueso. En caso de permitir fumar en las bodas, se abre un debate regional de primera magnitud: uno se puede casar por la Iglesia, por lo civil… o por lo Aguirre.
Pongamos un ejemplo: una pareja que tenga programado el matrimonio para el mes de diciembre puede ir adquiriendo la correspondiente caja de habanos en la certeza de que podrá fumar en su boda. El Gobierno regional, al fomentar el tabaco, hace poco por la salud de sus ciudadanos pero sí legisla en pro de su felicidad, un puro en condiciones alivia los cuerpos embargados de la emoción nupcial. Además, también el matrimonio hace estragos y nadie se atreve a prohibirlo. Nótese el empeño de la Comunidad de Madrid en subrayar las bodas como lugares emblemáticos donde romper la prohibición del tabaco; podían haber dicho despedidas de soltero, que son más lúdicas y fomentan otro tipo de relaciones más dionisiacas.
Pero no sólo el Pentágono y el Kremlin están preocupados por las consecuencias de esta ruptura, también lo está el sindicato de monaguillos, sacristanes y diáconos, ¿puede un monaguillo acercarse con el descaro acostumbrado a pedirle un pitillito al padrino?, ¿afectará la medida a las vocaciones religiosas? Marx habló de la religión como el opio del pueblo, pero nada dijo del tabaco. Por lo tanto ignora la señora presidenta el problema que traslada a la conciencia de miles de monaguillos, sacristanes y diáconos que ya se habían hecho el cuerpo a fumar de tapadillo en las sacristías, o a embriagarse con el incienso no habiendo otra cosa que fumar debido a la ley seca impuesta por el Ministerio de Sanidad.
Tampoco podemos ignorar el conflicto que se presenta en las parejas, la libertad es muy bonita pero ¿cómo se pueden casar un fumador con una no fumadora? En lo sucesivo veremos que los testigos se dividen no en función de novio o novia, sino en banquillos de fumadores y no fumadores. Ya está: la tenemos liada, ni Lutero se atrevió a tanto. El cisma Aguirre se estudiará en los libros de Historia. Apliquemos el efecto llamada que se puede producir en iglesias y juzgados de Madrid. Parejas que tenían prevista sus bodas en comunidades limítrofes vendrán a nuestra región atraídas por la permisividad ante el pitillito. Amén.
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