Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Unamuno era alto, estilizado, elegante, culto y distante. Con esas cualidades se entiende que le costara vivir en la España de comienzos del siglo XX, un país de venganzas inacabadas. Es posible que a don Miguel se le cite mucho pero se le lea menos, a la gente no le gustan los buenos ejemplos ya que se verían obligados a imitarlos. Millán Astral gritó ?¡viva la muerte, muera la inteligencia!? como si Unamuno fuera el culpable del subdesarrollo nacional. En cierta medida cuando un país ha perdido la cordura le da igual perder la cabeza, y Unamuno era demasiado pensador para tan poca sustancia patria.
El catedrático Francisco Blanco ha recuperado la memoria biográfica del escritor en ?Unamuno. Diario final?. Todavía no he leído el libro pero ya el título me lleva a pensar que don Miguel estaba destinado a un final de soledad y desamparo, como no podía ser de otra manera para un español lúcido de aquellos años de escopetas y consignas. Me cuentan que es una biografía donde se destaca la fidelidad del autor a su mujer durante muchos años, a pesar de las notables conquistas que se le atribuyeron. Es normal, alguien con su capacidad de escribir puede trazar el mapa emocional del 98 o romper cuarenta corazones, y todo cabe en una misma cuartilla. Un escritor es un arma de seducción permanente, lo es en razón de su oficio, tiene la obligación de resultar un don Juan en todos sus discursos aunque sean visiones de un país en crisis. Cervantes fue un seductor que se inventó El Quijote para conseguir que le quisieran; y acertó.
Unamuno se marchó de esta vida con la amargura que da el talento, a veces no conviene tener una visión tan clara. Eso sí, fue leal a su palabra y a su circunstancia. Fue ritualista y metódico como Kant, magistral y adelantado a Ortega. Si será interesante que muy pocos se han atrevido a contar su biografía, había que adentrarse en el laberinto del pensamiento que es una aventura por sí misma. La vida es una hecatombe y sólo algunos encuentran una razón y una salida, dicho sea en beneficio del autor de ?San Manuel Bueno y Mártir?, una obra donde Dios resulta herido y el hombre, (un ser humano que luego tomaría dimensión con Sartre y Camus), se maneja entre dudas irreconciliables. Lo bueno es que para entender a Unamumo no hace falta que nos lo traduzcan.
Su sombra fue escueta y alargada, como su pensamiento. Su biografía es la de aquel que todo lo intuía pero que nada aconsejaba. Con el 0.7 por ciento de su sabiduría se gobiernan muchos pueblos. Alejandro tuvo a Aristóteles como maestro, en cambio don Miguel parecía el hermano de Aristóteles. Un español doliente.
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Etiquetas: la gaceta de salamanca, opinion