Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
O riana Fallaci se ha perdido el último ataque de sensibilidad por parte de la comunidad islámica; imanes y santones se han dado por ofendidos con el discurso del Papa Benedicto XVI, les ha parecido intolerable, abusivo, catastrófico y cuantos adjetivos caben en la ofensa. En resumen: que se han enfadado y uno empieza a estar hasta las narices de tan elevado índice de sensibilidad religiosa que interfiere en el devenir de la sociedad y afecta también a los ateos. La intransigencia del Islam va a conseguir que hasta los no creyentes nos pongamos de parte de El Vaticano. Oriana Fallaci habría sacado un artículo flamígero con una moraleja final: “¡os lo dije!”.
En un mapa desequilibrado es difícil la convivencia; entre el primer mundo y el resto existen una distancia sideral económica, de servicios, de cultura y sobre todo de religión, (el gran problema). Los creyentes en Mahoma son tan respetables como los que creen en Jesús o en Buda, pero sus dirigentes espirituales son personas que viven anclados en el siglo VIII y con esa fe de mártires inmolados y de intransigencia no se sale de la aldea. De un tiempo a esta parte a Alá no se le pueden hacer viñetas, ni comentarios, ni acotaciones, y ahora tampoco se le puede mentar en un discurso del Papa. Benedicto XVI, (intelectual antes que Pontífice romano), se refirió a un diálogo entre el emperador bizantino Manuel II con un erudito persa, ¡escrito del siglo XIV! Los vigilantes del dogma musulmán se han dado por atacados y el Papa se ha visto casi obligado a rectificar, o al menos a aclarar el sentido de sus palabras. Los religiosos cristianos repartidos por medio mundo han sentido el miedo de la amenaza.
Cuando la fe se convierte en intransigencia, el Dios que la sostiene se transforma en un ser insoportable. Da la impresión de que Occidente está en libertad vigilada, parece que la gumía de Alá nos persigue allá dónde lleguen nuestros pensamientos en cualquiera de sus formas: dibujos, escritos, conferencias. Hace poco se ha sabido que tanto Gustavo de Arístegui como Gabriel Albiac están en las listas de la ira de los comandos integristas, y cuidado porque esa gente no gasta bromas. Quizá lo más bochornoso haya sido el escaso eco de solidaridad del oficio, busquen artículos de apoyo o palabras de ánimo. Mientras no le apunten a uno parece que las amenazas no le afectan.
El Papa tiene autonomía y libertad para decir aquello que más le convenga; los cristianos tienen derecho a conocer el mensaje. Y, en todo caso, puestos a comparar es mejor la disidencia en la oratoria que las lapidaciones que ampara el Islam, o los velos, o esa idea tan sui generis de la guerra santa. Un Dios ofendido es un lastre intelectual y puede que también mortal.
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Etiquetas: la gaceta de salamanca, opinion