Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
La Federación Española de Fútbol se parece mucho al salón de los Simpson, y Luis Aragonés el Homer descreído, aquel personaje que tiene «la difícil tarea de sobrevivir en el mundo real». Todo lo que ocurre en derredor a la Federación es más previsible que un homenaje a Carmen Sevilla, y por extensión todos los partidos que juega el combinado español parecen viejas películas de Cine de barrio. Todo es muy antiguo, muy tedioso, monolítico y hasta letal. Excelsos jugadores en sus respectivos equipos cuando llegan a la concentración sufren el empuje de 100 años de soledad sobre sus hombros, la llamada artrosis del aburrimiento colectivo. A Luis Aragonés se le ha puesto cara de ventanillero con visera y manguitos, aburrido actor condenado a representar un drama en el que no cree.
El culmen del surrealismo es que anuncia su dimisión y apenas es noticia, pero a las escasas horas se desdice y tampoco es noticia. Es tan triste como si Homer Simpson dijera en casa que se marcha con un travesti a Marsella y ni siquiera el perro se levantase para decirle adiós. Algo nefando hemos hecho; si la reencarnación fuera cierta podríamos pensar que los argentinos, brasileños, italianos o alemanes, fueron españoles en su vida anterior, (de esa forma compensa el cielo las miserias soportadas en esta primera vida futbolera). A este paso, más que regalar entradas para ver a la selección lo que van a tener que hacer es que la visita al campo sea rotativa y obligatoria, como al que le toca cumplir en una mesa electoral.
Dice Lissavetzky que el fútbol es la «asignatura pendiente del deporte español», se queda corto si se refiere a la selección. El combinado nacional arrastra la melancolía por la pérdida de las colonias del 98, y hasta es posible que también algo de añoranza por Fernando Poo. Nuestra selección es una anacronía en pantalón corto, un dislate con himno, una manera de sufrimiento colectivo. Herida que se abre cuando se compara con la alegría que dan otros deportes, tal vez el baloncesto. La diferencia entre los futbolistas y los baloncestistas es que los primeros van con cara de lunes al trabajo y los segundos con el desaliño propio de un fin de semana. Si encima ganaran campeonatos y disputaran finales, (aunque fueran más aburridos que un baile de madelman), habría que soportarlos.
A Luis ya le da igual estar dentro que fuera, y los españoles nos hemos tenido que buscar la doble nacionalidad sentimental para disfrutar con otros equipos que no son el nuestro. A efectos deportivos y futboleros somos unos exiliados a voluntad, o mejor dicho por necesidad de buscar emociones. La selección española es menú sin derecho a postre mientras que las demás dan hasta copa y puro, ahí está la sutil diferencia. Si emitieran los partidos en blanco y negro sería un efecto anestesiante positivo, al menos con Iribar y Pirri había otro ambiente. Hemos llegado a tal situación que de someter la continuidad de la selección española de fútbol a referéndum el resultado sería espeluznante. Por eso Luis no puede dejar el tabaco. Normal.
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Etiquetas: deportes opinión, el mundo