Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Los cohetes no tienen doma, salen como les da la gana y no entienden de protocolos. Por eso el chupinazo decidió quedarse en la barandilla del balcón, la crónica oficial habla de un “susto”, pero los “supervivientes” relatan que el balcón se movió y que a muchos se les mudó la color pasando a un gris pólvora que pone los pelos tiesos. “Susto” es el eufemismo del miedo pelotero cuando el peligro ha pasado, también fue un “susto” lo del Titanic por decirlo de manera elegante.
Las fiestas son un momento muy adecuado para disfrutar y darse al ocio colectivo, pero teniendo en cuenta cómo nos las gastamos en España hay que aplicar factores correctores. Este verano el famoso cohetero de Estella perdió la vida por una carga en malas condiciones, y eso que tenía experiencia en el manejo de las mechas, pero todo cohete es un artefacto explosivo aunque los disimulen con pólvora de colores. Estoy por fundar una asociación de amigos de las fiestas seguras, dense una vuelta por Levante y tendrán suerte si no les revientan los tímpanos en una pelea de “moros y cristianos”. Además, si no te levanta el estrépito del suelo y tus orejas no estallan, parece que no ha habido felicidad completa.
Redactemos un libro blanco de las fiestas españolas donde el ciudadano esté libre de un bastonazo de la jefa de las majorettes. Añádanse también las sangrías en mal estado, las manzanas caramelizadas con gusano plastificado, las trompetas de gas y las atracciones peligrosas. Cuando la DGT termine de retirar los puntos al último que todavía le quede el carnet, debería adentrarse en el mundo de las montañas rusas. De manera incomprensible recelamos de un avión comercial pero, en cambio, dejamos que nuestros hijos suban a unas atracciones que potencialmente son un peligro. La abuela se pasa la noche rezando rosarios cuando el niño va de excursión en el autobús del colegio, pero le parece estupendo que caiga a plomo por unas vías por la que se desloma una vagoneta. Son las fiestas, dicen.
Demos por bueno el “susto” en el balcón municipal y la posterior risa nerviosa que se propagó entre los presentes, pero deberían aprender que el cohete también puede lanzarse desde otro punto. La proximidad de las personas al chupinazo no hace que las fiestas sean más entrañables, en todo caso se trata de celebrar, (no lamentar) un acto. La pólvora es la gran aportación de la milenaria cultura china a nuestras fiestas, al menos con un sentido civil se hace más alegre. Pero también la pólvora tiene su mala leche. El año que viene que griten por megafonía: “¡cuerpo a tierra, empieza la fiesta!”. Y al que le dé? se siente
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Etiquetas: la gaceta de salamanca, opinion