La oportuna casualidad

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

A menudo las cañerías del cuerpo suenan y uno no las tiene en cuenta porque nos creemos de hierro fundido cuando somos barro ligero, pero de manera laboriosa las termitas de la enfermedad hacen su trabajo. Hoy atacan un órgano, mañana se reproducen en otra parte, al día siguiente se cuelan por la sangre. Pocas veces se tiene la fortuna de dar con el origen de la enfermedad y poder atajarla a tiempo; que ocurra dos veces en un mismo apellido es pura casualidad, el azar de la buenaventura, algo digno de congreso científico. Loyola de Palacio está ingresada en Houston para que los médicos le revisen algo que dio la cara de manera absurda, pero feliz para ella. Durante estas vacaciones salió con su pequeña embarcación, antes de regresar a puerto se agachó para izar el ancla y fue cuando notó un pinchazo no común en la espalda, por eso acudió al médico pensando que era un dolor cualquiera. Cada uno conoce mejor que nadie las claves de su organismo, otra cosa es que le demos importancia. De no haber lanzado la queja a tiempo las puñeteras termitas de la enfermedad, los bichos que trabajan contra el organismo que les da de comer, (además de cabritas desagradecidas), habrían minado las bisagras de su esqueleto para dejarlo en seria amenaza de ruina. Ya pueden las hermanas Palacio doblar el sueldo a sus respectivos ángeles de la guarda, e invitarlos a cenar, con baile, orquesta y fuegos artificiales hasta el amanecer. Ana salió de un susto parecido con férrea voluntad, era consciente de que le hacía falta tiempo para terminar de leer muchos libros, y es verdad que a ellos se ha dedicado entre avión y avión, (los toma como los demás el café caliente: a menudo y de forma pausada). Lejos de creer en los milagros, porque para eso hace falta ser inocente pastorcillo y toparse con la cueva adecuada, lo que sí es verdad es que hay gente con estrella oportuna. Por desgracia cuando la enfermedad da la cara es en cuanto te ha vencido, y entonces te mantea como a un pelele de feria, te lleva de lado a lado de la calle y se ríe de tus ambiciones. La enfermedad grave tiende a manifestarse cuando sus efectivos son muy numerosos y la batalla está perdida, es un toro bravo en un pasillo. Por lo tanto habría que investigar en el diálogo de las termitas de la salud para conocer sus intenciones. Si los aliados consiguieron desvelar el secreto de los códigos de los nazis, todavía es más interesante saber cómo funcionan los elementos que nos atacan. Los que conocen bien a Loyola de Palacio saben de su energía, ¡que sepan en aquel hospital que cuando Loyola ponga un pie en el suelo podrán gritar: «Somos Houston y tenemos un problema»! Ya nos explicará cómo fue capaz de distinguir que aquel crujido no era el del ancla.

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