Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Al desaparecido Díaz Miguel le gustaban la ropa y las gafas, a Pepu las camisas grandes que disimulen el físico de una persona que ha dedicado su vida al deporte, pero desde el lado intelectual.Con menos tácticas de las que circulan por su cabeza se han ganado importantes batallas, cosa que a él le solivianta poco, es de los de sonrisa cuando toca; en el trabajo como canallas y en el bar tan amigos.
Lo bueno de Pepu es que no se le conocen adversarios, que ya es mucho. Su aspecto es de lo más normal, pasaría por un turista más en las calles de Tokio, sólo a los muy cinéfilos les puede parecer que han visto un rostro semejante en las películas de Edward G. Robinson. Si llevara sombrero sería el ayudante de Robert de Niro en una cena de mafiosos. El final agónico de ayer nos deja la verdadera dimensión del entrenador español, se quitó de en medio para que los abrazos se los llevara Pau Gasol, (el héroe lacerado en el talón como Aquiles, el mito que lloraba desde el banquillo con más hielos en la pierna que en una despedida de solteros). En cambio, no me cabe ninguna duda de que habría salido a por sus jugadores si hubieran perdido, pero eligió el discreto camino del vestuario.
El buen deporte es épico, aquí la comedia no vale. España tenía menos tiempo del que te da un semáforo para cruzar en verde, y en esa brevedad había que meter dos tiros libres, (entró uno), y aguantar el empellón final. Hay que tener horchata en las venas y las uñas muy cortas para no desmayarse y pedir las sales, en ese momento catatónico la voz de tambor ronco que tiene Pepu sonaba a Plácido Domingo. El resto lo tenía que hacer la suerte, no vamos a pedir milagros pero alguna vez nos tenía que besar en la boca aunque tuviera regusto de wasabi. Un tiro acertado de Argentina nos hubiera enviado a las páginas de la historia de los segundones. ¡Amigo, para ganar en este deporte hay que aguantar entero hasta que acaban los disparos!
El mérito de Pepu es haber logrado en Japón que España sea el equipo del Ga-sol naciente; detrás de la estrella hay un grupo de jugadores que lo bordan. Gracias a esta selección se ha remontado la credibilidad que perdimos en Barcelona 92 ante Angola. El complemento habría sido una final contra Estados Unidos, más que nada para escuchar a Pepu hablar en inglés, que es otro espectáculo.Disfrutemos ahora del sueño, ya llegará el partido contra la rocosa Grecia. Lo que llama la atención (sobre todo a los futboleros que ignoran el baloncesto) es que España esté en la final. ¡No, hombre, no!, aquí lo importante es otra cosa: ¿de modo que España tiene jugadores que han superado a los de Estados Unidos y siguen compitiendo mientras ellos hacen la cola de embarque para volver? Jeje, ¿es cierto?, ¡venga Pepu, págate unas cañas en el kiosco a la salida del Ramiro! Y que venga Rafa Vecina, aquel pívot que decían era cojo y lo hiciste jugar como si fuera un bailarín de clásico. Como diría el poeta Bisbal: eto é in-creíble
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Etiquetas: deportes opinión, el mundo