Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Tengo un amigo, de natural templado y formado en la escuela de la prudencia, que me contó un sucedido madrileño que dice mucho de la calidad en el servicio de algunos establecimientos alimenticios. No me deja dar más pistas, ni decir cómo se llama el restaurante, pero sí que sirven hamburguesas y que está en la calle López de Hoyos. Mi amigo hizo un pedido, por teléfono, el sábado por la noche nada más llegar a Madrid. Tras “des-esperar” una hora le trajeron dos hamburguesas pero les faltaban las oportunas salsas.
Con cierto ánimo cansino se puso en contacto con el local para obtener explicaciones y lo que obtuvo del encargado fue un “no voy a ir ahora con la salsa roquefort, ¡no te jode!”. Dice mi amigo que le extrañó, no tanto que no tuviera salsa roquefort (hay gente que puede pasar sin ella), sino que tuvieran tanta mala leche. Mi amigo, que insisto es hombre medido, quiso ir a la tienda a sacarle la salsa al encargado por el mismísimo boquete del ano, pero un postrer ataque de prudencia le dijo que no merecía la pena. Total, otro idiota más tampoco es para tanto. Idiotas contemporáneos hay para llenar anaqueles y hacer un puente entre Europa y América.
Lo más inaudito, a mi juicio, es que el empleado del local se negó a darle su nombre. Es decir: te atienden mal, te insultan, te cobran y tan felices. Eso me parece paradójico y no sé en qué ventanilla hay que reclamarlo. Me consta que él ya está por la labor y que ha tocado los timbres oportunos, ¡menudo es!
Yo me pongo en su piel y pienso qué hubiera dicho si el encargado de un restaurante me suelta un “¡no te jode!”. Creo que a mí me pasa eso? y lo publico. ¡Vaya que lo publico!
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Etiquetas: madridiario.es, opinion