Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
En lo que va de año el Gobierno de Zapatero ha aprobado dos leyes que afectan a la conducta, dos leyes de bondad: la que limita el consumo de tabaco en espacios públicos y la que respalda al carné por puntos. Ambas están elaboradas para potenciar el lado sano, el punto zen. Pero al Gobierno le han salido los hijos respondones, a pesar de las prohibiciones el personal fuma y conduce por encima de los límites de velocidad. No se conoce el caso de un solo estanco que haya tenido que cerrar con un cartel de: «La ley contra el tabaco me mató», y desgraciadamente los accidentes en carretera no han descendido en proporción a la campaña de Tráfico. Al contrario, la picaresca nacional ha encontrado la fórmula para subastar puntos del carné ofertados en la red. Un rico caprichoso puede eludir el castigo del radar de la Guardia Civil colocando en su lugar el testimonio de otra persona que vende sus puntos por dinero y es capaz de jurar que era él quién iba al volante, (en el mercado negro se paga el punto a 300 euros). Internet mató el carné por puntos, a partir de ahora Pere Navarro va a tener que pedir que las declaraciones vengan avaladas por dos ángeles de la guarda y por el prior de un monasterio del Císter. Aún así, los niñatos de papá jugarán a quemar goma en las carreteras nacionales.
A pesar de los notables esfuerzos que realiza el Gobierno para mejorar nuestro estado de salud, los españoles se declaran insumisos a las leyes que velan por su cuerpo: fuman y chocan, hasta es posible que hagan las dos cosas a la vez en un gesto de máxima insubordinación. La guinda del despropósito es la campaña contra los incendios que lleva todo el verano asaltando las televisiones: «¡Total, por una botella!», dice el locutor y a las cenizas de los montes de Galicia me remito. Se confirma que la sociedad va por un lado y sus cuidadores por otro, el punto zen tiene poco éxito. Pero la moda se extiende a otras paradojas legales: «¡Total, por un Estatut!, ¡total, por una concesión a Batasuna!».
En los espacios huecos de la ley crecen verdaderas selvas donde el más pillo hace negocio. Me gustaría conocer cuántos octogenarios sin coche en propiedad, pero con carné, se han prestado a que el nieto se lucre en Internet. Cuántos manejan un coche de gran cilindrada por Marbella; nos íbamos a sorprender del sprint que tienen los yayos. Seguro que no los cogen, ¡total, por un artículo!
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