Carlos Luis

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Quienes le conocieron más de cerca no dudan en temblar de emoción cuando mencionan su recuerdo, Carlos Luis Alvarez “Cándido” era un caballero del periodismo, una pluma privilegiada y un hombre bueno que murió en la mitad de agosto cuando en Madrid sólo quedan funcionarios y convalecientes.

Un mensaje de Pepi, su fiel ayudante de gabinete en la Asociación de Periodistas Europeos, ponía un crespón negro al correo de ayer martes. Con dolor sincero nos comunicaba la muerte del presidente, del periodista, del amigo y del ejemplo.

No le conocí en sus años de esplendor de “Abc”, o de “La Codorniz”, o de “Hermano Lobo”, pero disfruté con sus memorias a las que tengo por libro de obligada consulta. Una vez coincidí con él en La Habana y pude descubrir a un personaje tímido que gustaba más de observar que de tomar partido y que llevaba unas camisas bien planchadas. En este “Boletín” conté la historia de “Rosita la soltera”, una mujer de La Habana vieja que recopilaba los libros de las personas que habían muerto y que tomaba “sopa de flores” para sostenerse de manera lamentable. Aquella historia le conmovió a Carlos Luis que luego, a su vez, relató con mejor estilo. Hoy, tanto él como Rosita y los libros de antiguo, son leyenda del pretérito perfecto y bien que lo siento.

Nos deja huérfanos y europeos, por fortuna en una sociedad más libre de la que él conoció en sus principios como cronista. Le avalan sus premios y su trayectoria. Y lo que es mejor: el recuerdo feliz de sus amigos.

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