Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
A la mayoría de los ciudadanos le gustaría despertar de la anestesia con una copa de cava en la mano y Kate Moss al lado; menos a Castro, que prefirió tomarse un yogur junto a Chávez. Pero es sabido que los dirigentes carismáticos no tienen costumbres normales. A Castro le ha traicionado algún director de imagen con ideas creativas a la par que modernas; no es lo mismo pasar a la Historia con un cohiba entre las barbas que con un desnatado natural tomado con una cucharilla de postre y posiblemente rebañando para alargar el onomatopéyico momento final del ¡srlup!. Se supone que el encuentro terminó cuando Fidel echó un airecito y Chávez ponderó las virtudes del yogur aplicadas a la flora y tránsito intestinal. El mensaje de que si Castro eructa la revolución continúa es demasiado infantil.
Además, Hugo Chávez no ha cruzado el Caribe con los peligros que conlleva tal y como se anuncia en la última película de Jonhy Deep, para merendar junto a su amigo como hacen dos yayos en una residencia de Florida. El octogenario Alejandro Robaina, uno de los pocos que tiene apellido que decora una vitola de habanos, estuvo hace poco en España y en ningún momento renegó de las plantas que cultiva. Compay se fue a la tumba ponderando las virtudes de «fumal», «bebel» y «jodel», y sin abrazar la dieta macrobiótica como camino de salvación de los soneros que no tenían remedio, por eso la historia de cuando Juanica y Chanchán en el mar cernían arena tiene vigencia sensual en las noches de vestales y boleros. Castro tomando desnatados es como Mick Jagger acostándose a las nueve para cuidar su voz, una contradicción reclinada en sábanas blancas de hilo.
Una de las claves del encuentro la podemos descubrir en dos muñecos de barro que decoran la espartana estancia, son dos figuritas que le representan a él y al dirigente venezolano en comparsa amistosa, dos piezas de mercadillo que decorarían una casa de discípulos del flower power. Lamentable espectáculo visual que muestra la revolución en pañales (no tanto por su bisoñez), sino por incontinencia de esfínteres. Con esta dieta no sabemos cómo será la transición en la isla pero sí que Fidel va a lucir un tipo estupendo.
A Franco le traicionó el yerno al sacarle unas fotos entubado en La Paz, a Castro le ha podido la egolatría de la foto desnatada. Sólo nos falta saber cuánto ha pagado la marca de yogures por el anuncio.
Compartir: