(“EL BOLETIN“, miércoles 9 de abril 2014)
RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS.- Me disponía a escribir sobre el retorno de Chubaca y lo que significa de fracaso para los cursis del estilismo del cabello, cuando el día se ha animado a partir de la presentación del candidato popular a las elecciones europeas. Ha tardado tanto Rajoy que es posible que a Arias Cañete le haya crecido la barba.
Una vez designado a Miguel Arias el presidente se ve obligado a reformar el Gobierno y aquí en la capital hay quién ha agotado la batería del móvil en media hora. Nervios y emoción entre los que podrían sentarse en el banco azul, y algo de morbo para saber quienes se alejan de Moncloa con el agradecimiento a los servicios prestados. Detrás de los que salen, y de los que están convencidos de que entran, (Arenas), hay equipos que están igual de nerviosos. Les va a tocar esperar poco, lo suyo es que sea mañana jueves, y Mariano Rajoy acabará con este suplicio, para ellos.
El baile de candidatos es una de las tradiciones que mantienen vivos restaurantes y ciudad, Madrid sin quinielas y especulaciones sería mucho más triste. Es algo que ocurre desde Cánovas y Sagasta, y que adquiere mayor color cuando se trata de renovación interna, mucho más que un relevo de carteras porque haya ganado las elecciones otra formación política. De manera simbólica al presidente le deben estar pitando los oídos, se supone que Moragas le filtrará las llamadas para que no acabe exhausto de tanto consejo bienintencionado.
De momento tenemos acto convocado por Cospedal en Toledo, para que se vea quién manda en el partido, ciudad imperial donde se coronaron no pocos reyes y que estos días rebosa belleza por el IV Centenario del Greco. Allí, el sábado, Miguel Arias será investido candidato breve porque tampoco queda tanto tiempo para las elecciones y la semana santa se puede descontar a efectos mitineros. Conoce bien Europa y será interesante ver cómo entra en discusión dialéctica con Elena Valenciano.
Los que no reciban en las próximas horas la invitación para acudir a ese acto que se anuncia triunfal, con fanfarrias incluidas, ya se pueden tirar de los pelos como Chubaca.
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