(“ABC“/MADRID, lunes 1 de abril de 2013)
La duda consiste en tener cocodrilos del Nilo o tiburones blancos pero nadie cuestiona la eficacia de un buen foso medieval como medida disuasoria para evitar robos en las viviendas. Otra cosa es cómo le explicas al vecino que has dejado sueltos unos cocodrilos en el rellano y que tenga cuidado al salir de casa por si los animalitos estuvieran en la hora del desayuno con inquietud en las tripas.
En caso de que la comunidad de vecinos ponga pegas a instalar un puente levadizo, (bastante probable), lo mejor es optar por alarmas varias que en el sector se venden como rosquillas aunque también a mayor grado de protección mas alto es el nivel tienen los asaltantes, (nada mas lejos que pretender ser “alarmista” con las alarmas aunque el juego de palabras se preste). Desde que a Ulises se le ocurriera reventar Troya con un caballo de madera las puertas de las fortalezas dejaron de ser mitos de la seguridad; siempre habrá un delincuente que sepa descifrar las claves de una alarma, otra cosa es que se lo pongan tan fácil que no le haga falta haber leído “La Eneida” de Virgilio si no haber visto “Los Tres Cerditos” en versión Disney para descerrajar la puerta con el tradicional soplido.
Con una ristra de ajos colgada detrás de una puerta es posible que detengamos el ímpetu erótico del conde Drácula pero no tenemos nada que hacer ante cualquiera de las múltiples mafias que trabajan en el sector de los revienta-hogares. Ponerle torretas de vigilancia a las cuatro esquinas de un chalet puede provocar un estrés descomunal a sus habitantes, sobre todo por la noche cuándo la luz clara barra el jardín asustando ratones y murciélagos. Entre los ajos que son tan útiles en la mesa, y tan prescindibles en las puertas, y conectar la alarma con un portaaviones de la Sexta Flota existe un término medio que se llama prudencia, no hacer ostentación y ser precavido. Nota: los enanitos de jardín no sirven como autodefensa, además de ser poco estéticos pueden provocar esguinces de tobillo en caso de caminar a oscuras y tropezar con ellos.
No hay hogar que resulte seguro porque depende del nivel de ataque al que sea sometido pero no todo el mundo va a sufrir un asedio en su vida, Numancia ya hubo una, por lo tanto el foso de los cocodrilos será ingenioso y divertido para las visitas pero muy poco útil. Lo que no deja de ser paradójico es que los capos de las mafias vivan en las casas mas protegidas desde las que planean sus asaltos con frialdad de estrategia militar, es algo absurdo porque a fin de cuentas el ladrón vive dentro. ¿A quién puede temer aquel que presume de poderoso y que tanto respeto infunde en su entorno? Pero es así.
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