(“La Gaceta de Salamanca“, domingo 16 de febrero 2014)
¡Quién le iba a decir a esos chiquillos que se escapaban de clase para jugar en los billares que algún día acabarían haciendo carrera!, incluso llegarían más lejos que el empollón de clase que se dejaba los codos aprendiendo declinaciones en Latín y la tabla de logaritmos. Pasado el tiempo esos que no iban a clase encontraron acomodo en la política y salieron al espacio público subidos en el cohete del partido. Jamás, ni ellos ni sus amigos, creyeron que alcanzarían lugares tan lejanos.
Ejemplos hay para llenar páginas y páginas, el último es el candidato del PP a la Junta de Andalucía, el último elegido por “el dedo divino” de Rajoy: Juanma Moreno. En su currículo pusieron licenciaturas salteadas como el que aliña una ensalada, de manera generosa y con la mano suelta, pero tuvieron que replegar velas porque lo que hacían pasar por licenciaturas eran cursillos de meses en escuelas privadas de Málaga. Haber pasado cinco días escuchando a un profesor se tenía como licenciatura en grado cum laude. Se excusaron, corrigieron el error y a otra cosa. Algo parecido sucedió con una falsa licenciatura en Medicina por Valladolid de la que presumía el actual secretario de Estado de Seguridad Social, no era tal; cierto es Tomás Burgos estudió Medicina en Valladolid pero no acabó la carrera.
El currículo de un político se engorda para quedar bien y no pasa nada, hasta que los pillan por mentirosos pero tampoco sucede nada grave porque a la hora de votar la gente no repara en estos detalles. Se demuestra que algunos tienen una imaginación desbordante y una cara dura de cemento pero como están al abrigo del partido pues no pasan frío. Si uno está tocado por el “dedo divino” tiene licencia para gobernar.
Hubo un tiempo en el que se hacía referencia al gobierno de los mejores y hoy tengo la sospecha de que los mejores, (con grandes excepciones), han huido de la política porque estos repetidores sin fronteras les cortaron el paso y poco a poco nos hemos ido quedando con lo “mejorcito” de cada casa. No pasaría nada si no fuera porque luego gobiernan sobre nosotros.
Sin ánimo de caer en “Sálvame de Luxe” les podría contar las aventuras de un señor que es ministro y con el que coincidí en estudios, en realidad lo veía más en el bar que por las clases. Y ahí está el tío: encantado de haberse conocido. Sólo el respeto por el pasado me hace guardar silencio. El gobierno de los mejores fue una utopía, lo que se lleva es el gobierno de los dóciles que votan en grupo, se ríen en grupo y cuentan sus mentirijillas en el currículo, (como el resto del grupo).
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