(“Las Provincias“/VOCENTO, martes 26 de febrero 2013)
Las televisiones están muy avanzadas en imagen y en sonido pero por suerte aún no transmiten olores porque sería harto desagradable presenciar un informativo. La actualidad es una mezcla entre hedor de cloaca y exceso de perfume para disimularlo. Cuando era niño se estilaba que las señoras fueran al cine bien rociadas de aromas fuertes y solo cruzar al hall era una aventura que no se compraba con el precio de la entrada, tenían mas peligro aquellos perfumes entremezclados que los cocodrilos de la charca de Tarzán. Poco a poco te robaban el espacio, el aire, la nariz y se quedaban con tus pulmones.
Cada vez que veo a este mago de las finanzas llamado Bárcenas es fácil imaginar que huele a barbería antigua mezclado con olor de churrería, una mezcla que se impregna en la ropa y salta a la corbata del juez para dejarle recuerdo indeleble de su visita. Bárcenas no solo agrede a la vista si no que golpea duro en la nariz. Cuando el todavía duque de Palma baja la rampa de la vergüenza camino del juzgado deja una estela de colonia infantil para despistar, pero cuando sale se le ha acabado el efecto y queda un reguero de miedo parecido al que desprenden los novilleros antes de salir a la plaza. En el lado opuesto tenemos a la que dice ser princesa Corinna, (en realidad lo fue en razón de su matrimonio), y que se las da de haber estudiado en la academia de James Bond. Corinna es el anuncio de un perfume caro de los que despachan en la rue de Saint-Honoré de París pero muy mezclado con hedor de alcantarilla porque admite haber trabajado para los servicios secretos. Ella, que de discreta nada tiene, iba de arma secreta de destrucción sentimental masiva. Nada de lo que toca la que dice ser princesa queda en pie: ni elefantes, ni recomendados como Urdangarin, ni reyes. Por donde pasa esta señora que se tiene por Serenísima nada vuelve a quedar en paz; curiosa “serenidad” la suya.
Sería un espectáculo que las páginas de los periódicos también se impregnaran de este perfume chungo llamado corrupción y que ya le podría haber tocado a otros pero es nuestro, tan nuestro que forma parte del PIB. Si los chanchullos del ex tesorero se pudieran contabilizar como generación de riqueza nacional sin duda que nos iría mejor con la prima de riesgo. Y esos olores no se disimulan, al revés, cuanto mas se intentan tapar peor es el resultado porque enseguida brota el vinagre mezclado con el sudor rancio de la mentira.
De estas pestilencias no se pudieron ocupar en el debate del estado de la Nación, bastante ocupados estaban con disimular las miserias propias como para tomar medidas de las miserias ajenas. El corrupto propio no molesta, incluso podría pasar por un olor agradable. Hasta que rompa la primavera y florezcan los rosales lo que tenemos es un hedor insoportable de cantamañanas, divinas de las mechas y aristócratas con suerte. Un olor que es un dolor muy intenso.
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