(“COLPISA“/VOCENTO, martes 29 de octubre 2013)
No es que nuestro presidente haya abandonado La Moncloa por una abadía benedictina, o que hubiese tomado los hábitos ante el regocijo de algunos. Lo que le ocurre a Rajoy es que esa manera de macerar asuntos y problemas le puede llevar a ser un alumno aventajado de Dom Pierre Pérignon al que se le atribuye la invención del champán por el método de dejar que el vino se fermente de manera natural. El Dom era un abandonado para sus cosas, eso es evidente.
La hora de los políticos ha llegado pero a la vez comprobamos que los ministros, sin duda que contagiados por el espíritu pasota de su jefe, experimentan una seria alergia por hacer remangarse y hacer política. En la rueda de prensa conjunta de Gallardón y Fernández Díaz se manifestó un vivo interés por pasarle el asunto de Estrasburgo a la Fiscalía General del Estado. Tal era su estado de ánimo que daban ganas de compadecerles, ¡a fin de cuentas apenas son unos ministros! Mas tarde Rajoy al ser preguntado por la sentencia descubrió que aquella tarde llovía a mares, y lo dijo aunque al día siguiente rectificó porque se dio cuenta de su escasa sensibilidad con las víctimas. Desde Moncloa se pidió una diligencia exquisita para excarcelar a miembros de ETA, la cuestión es que había que aplicar la sentencia a toda velocidad cuando nada nos apremiaba de manera tan urgente.
Hacer política es tener claro qué respuesta le tiene que dar a Estrasburgo y hacerlo mal es enviar a unos representantes del partido a la cabeza de la manifestación el domingo. Arenas, Pons y Floriano pagaron el pato de la ira acumulada contra la tibieza de Rajoy. La única que salió reforzada es quién ha mantenido un discurso político coherente dentro del PP: Esperanza Aguirre. La presidenta del partido en Madrid siempre fue partidaria de la cadena perpetua revisable para los delitos de sangre. Te puede gustar, o no, su discurso pero prueba de su coherencia es que mientras a los tres enviados les ponían a caer de un guindo a Esperanza Aguirre le aclamaron como “presidenta”, (algo mas presidenta de lo que es ya en Madrid, era una alusión directa para que le disputara el trono al habitante de La Moncloa, el domingo ausente en la calle).
Lo que no es TDHE es una tensión manifiesta con Cataluña que también exige una respuesta de aproximación de posturas que vayan mas allá de leer tembloroso un papel en el Congreso dirigido a Durán i Lleida. Los empresarios catalanes agradecerían que no se rompieran los puentes de diálogo y mas los de la industria del cava ahora que se aproximan los pedidos de Navidad.
“Dom Mariano” prefiere no salir mucho de la abadía de La Moncloa mientras los problemas fermentan. Cuando sale repite la idea del crecimiento económico que asombra al mundo. Este “manzanas traigo” para responder a todo es bastante cansino. Las burbujas, algunas con regusto amargo, crecen en la bodega mientras que en la calle se descorcha hartura.
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