(“La Gaceta de Salamanca“, 6 de mayo. 2012)
El Gobierno, y el PSOE, están dispuestos a reunirse para pactar un nuevo modelo de Estado en el que no haya pueblos inferiores a los cinco mil habitantes. Dicho en otros términos Rajoy y Rubalcaba trabajan juntos para modificar el Monopoly urbano y ahorrar costes; allá dónde antes se elegía a catorce concejales la cosa quedará en la mitad. Ahora falta por ver qué se hace con la reina de las fiestas que casi siempre era una hija, o una sobrina, del señor alcalde. Todo lo podrán fusionar menos los campanarios y los nidos de las cigüeñas que continuarán a su bola como si con ellos no fuera la crisis.
Se supone también que la unión de varios pequeños municipios dará ocasión a que aparezcan nombres muy largos porque nadie va a querer renunciar a su gentilicio. El lío será mayor cuándo quieran preservar los santos y fiestas locales porque entonces se dará lugar a auténticos acueductos festivos justo ahora cuándo se pretende acabar con los puentes, (sin ningún éxito, por cierto). La costumbre de celebrar cada uno su patrona no se acaba con un decreto que modifique el modelo de Estado, para eso haría falta poner en marcha una segunda desamortización de Mendizábal. Detrás de la patrona habría que ocuparse de la disolución de la banda municipal y luego de la industria de bollos y matanzas que tan asociadas están a las fiestas locales. Asistiremos a discusiones atroces sobre cuál es el dulce que debe prevalecer y cuál será el chorizo que de sabor y olor a la comarca.
La solución para algunos pequeños municipios sería que los comprara una multinacional, pongamos los herederos de Steve Jobs, pero para eso tendrían que salir a Bolsa y no parece que el plan de ajuste contemple que los pueblos se conviertan en sociedades anónimas. Eso sí, el trajín del IBEX aplicado a los pequeños municipios tendría su encanto porque veríamos cómo suben y bajan según empujen los mercados.
Esta fusión es consecuencia del signo de los tiempos; tal y cómo rugen en Berlín contra los países del sur de Europa pertenecer a un pueblo de menos de cien habitantes es un pecado mortal de los que no tienen solución ni con una alta dosis de arrepentimiento. Los que vivan en municipios con pocas calles están en deuda con el euro, y allá se las compongan con la señora Merkel cuándo toque la trompeta del juicio final y tengamos que acudir todos, Montoro también con el prendrive de los presupuestos generales. Se trata de eliminar duplicidades pero también se van a cargar la esencia de no pocas tradiciones. La reina Isabel “La Católica” desmochó torres para que no hicieran sombra al poder real, Merkel hace lo mismo con los campanarios.
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