(“La Gaceta de Salamanca“, domingo 4 de agosto 2013)
La última encuesta del CIS instaura una niebla de desconfianza de los españoles en sus políticos, una nube a la que contribuye ese nivel de alta corrupción en sangre que es culpable del descrédito de las instituciones y de la bajada de intención de voto tanto del PP como del PSOE, (por primera vez el bipartidismo lo tiene crudo). Y eso que la encuesta se realizó antes del pasado debate en el que Rajoy se exculpó pero consagró en discurso oficial a Bárcenas como trampero mayor del reino; otro mas. La verdad es que no podemos tener peor suerte, desde los tiempos de Juan Guerra al contable infiel pasando por Roldán nuestra crónica reciente está plagada de tipos que se han aprovechado de los demás porque los pícaros siempre fueron personajes de largo recorrido.
Según la directora del FMI para crecer en empleo haría falta que se redujeran los salarios de los españoles, una medida cruel para muchas familias en las que solo queda en activo uno de sus componentes mientras los demás viven a su costa. Podría también recomendar la señora Lagarde que repartiéramos un poco a los delincuentes de cuello blanco que nos han tocado desde que comenzó la transición. Decía Miguel Molina en la copla que no maldecía su suerte “aunque minero nací” pero tampoco es necesario que siempre se caiga la mina encima de la cabeza de los mismos. Mientras que a la mayoría de los españoles les cuesta la piel mantener sus negocios y pagar nóminas de pequeñas plantillas, o cuando otros se montan por su cuenta para vivir la peligrosa aventura del autónomo, es cuando aparecen equilibristas suizos que atesoran fortunas partiendo de puestos de confianza en el entorno de los partidos políticos. Encima querrá el CIS que los españoles respondan de manera amable: visto lo de Bárcenas o lo de los ERE de Andalucía, comprobada la catadura moral del ciudadano Urdangarín que no es capaz ni de controlar su testosterona, o como en Palma de Mallorca caen antiguos altos cargos como mosquitos en el parachoques de un Pegaso, lo que asombra es que no llenemos las calles en señal de protesta.
Si la señora Lagarde está dispuesta a llevarse a unos cuantos delincuentes patrios hasta es posible que aceptemos recortes como mal menor igual que en su día se devaluaba la moneda. En otro caso ya está bien de pedir esfuerzos siempre a los mismos y de pasear en lancha motora en Mallorca para salpicarnos con la espuma. Hace falta abrir ventanas y airear lo que no puede ser una resignación a fondo perdido como si el pesimismo oficial fuera la “cosa nostra”. Que no, que una mayoría honesta no puede estar sometida al dictado de la golfería dominante. No nos lo merecemos.
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