( “La Gaceta de Salamanca“, 4 de febrero, 2012)
Contaba Dominguín que cuándo le presentaron a Lucía Bosé y ella preguntó a qué se dedicaba, sentenció: “¡ah, es usted carnicero!, ¡encantada!”, y que aquel malentendido le sentó muy mal a quién en ese momento era gran figura del escalafón taurino y también del ranking de galanes. De aquella anécdota han pasado muchos años y los niños ya no quieren ser toreros, (que es una versión de las niñas que no quieren ser princesas que canta Sabina). Y se entiende porque dedicarse a la tauromaquia exige notables sacrificios y, para colmo, no está muy bien visto.
Sin ánimo de entrar en polémica, y sin ganas tampoco de ejercer la pedagogía taurina, el mundo del toro nos sigue dando unos ejemplos de superación que ponen los pelos como escarpias, el último de ellos es la reaparición de Juan José Padilla esta tarde en la plaza de toros de Olivenza. A Padilla un toro le sacó un ojo y lo vimos en una fotografía espeluznante, pero lo que no consiguió el toro es quitarle las ganas por luchar y regresar a los ruedos. En lo que pueda tener Padilla de ejemplo para superar otras “cornadas” que pueda dar la vida está la clave. La cuestión no es que el infortunio apriete sino las ganas que tenga uno de levantarse, y mientras queden esperanzas que no falte la ilusión por la pelea.
El torero jerezano solo ve por un ojo pero me da la impresión de que mira mucho más lejos que la mayoría, es el diestro Polifemo cargado de moral. En Twitter tiene un grupo de apoyo #fuerzapadilla, (es curioso que en Twitter para ensalzar a un torero haya que poner una almohadilla por delante cuándo las almohadillas son casi siempre sinónimo de tarde petardo ya que suelen ser arrojadas al albero con irresponsable temeridad). Que un matador de toros triunfe en las nuevas tecnologías ya es noticia porque, insisto: los niños no quieren ser toreros. Y es lógico porque torear mata y puede afectar seriamente a la salud, igual que la vida.
El vestido que va a lucir esta tarde es verde esperanza, los toreros siempre eligen la tela para la ocasión. Pues que haya suerte para todos y que tenga Padilla su tarde buena. De todas formas para triunfar no le hace falta un par de orejas, ya lo ha conseguido y el suyo es un buen ejemplo a tener en cuenta en una sociedad que no valora el sacrificio y que tiene al honor como un sentimiento que se daba en el pasado pero del que nos curamos cuándo apareció la vacuna de la viruela.
Padilla hará el paseíllo con la tensión propia del momento y la mirada altiva a pesar de tener un solo ojo. La idea es que a la vida también se le puede sin capote de paseo, es su caso.
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