(“La Gaceta de Salamanca“, domingo 16 de marzo 2014)
Silencio pactado entre los dos grandes partidos para no mentar a Magdalena Álvarez, una complicidad extraña que llega hasta el Banco Europeo de Inversiones que ha olvidado la cláusula de conducta “irreprochable” de sus miembros. Veintinueve millones de euros de fianza demandan al menos una respuesta de la todavía vicepresidenta del BEI. Ahora que va a comenzar la carrera electoral por Europa deberíamos tener presente que repartos de chanchullos y cargos colocados a dedo entre el PP y el PSOE llevan a esperpentos como este de mantener a Magdalena Álvarez entre las vestales intocables.
Una fianza nunca es una condena pero cuando se trata de veintinueve millones de euros y de que la jueza Alaya sitúe a la ex ministra y ex consejera de la Junta de Andalucía en el epicentro del gran robo institucional merecen una respuesta. En otro caso podríamos pensar que la señora Álvarez se siente protegida como bucanero en el bar del puerto y que mientras le sigan pagando cerca de veinticinco mil euros al mes, todo irá bien. Si De Guindos se muestra prudente, ¿por qué iba ella a dar gritos de loca por los pasillos? Es verdad que le ha llovido una fianza descomunal pero para eso puede ella presumir de paraguas en Moncloa. Tocar a Magdalena Álvarez significaría romper acuerdos pactados en secreto para colocar viejas momias en remunerados cargos, una práctica que sólo se puede hacer si se cuenta con el beneplácito de Rajoy y Rubalcaba. Gracias a esos pactos de sillones las cajas se fueron al vertedero.
Lo curioso, (o casi pornográfico), es ver dónde recaen las viejas glorias, mientras Magdalena fue Ministra de Fomento no se le vieron especiales actitudes hacia la banca, parecía estar muy centrada en el AVE y tan feliz se mostró el día que llegó montado en uno a Málaga, su tierra. Tampoco se le veía un especial interés europeo, de hecho no poseía don de lenguas porque tuvo que aprender inglés cuando fue nombrada para su puesto en el BEI.
Por un lado tendrá que defenderse de las acusaciones en sede judicial y ahí que tenga mucha suerte, pero por otro alguien nos debería explicar por qué los paquidermos cojos de la política tienen asegurada una jubilación de oro en puestos para los que no están especialmente cualificados. Si es por “pillar” entonces se entiende todo, cuando abandonan el cargo público pasan a tatuarse una calavera en el brazo y se colocan un pañuelo en la cabeza para formar parte del club de los piratas. A partir de ese momento olvidan su vocación de servicio público, los años dedicados a la política y esperan a que los vientos les lleven hasta la isla del tesoro. ¡Viva el ron!
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