(“OTR“/EUROPA PRESS, miércoles 19 de marzo 2014)
Antes de entrar en detalles de orden castrense al hijo de Tejero, teniente coronel de la Guardia Civil, había que haberle relevado del mando por llamar paella a lo que siempre ha sido un arroz cuartelero, por favor no nos equivoquemos porque la diferencia es abismal, ante todo no perdamos el buen gusto. Tejero junior quiso festejar a papá golpista por el aniversario del 23-F pero en lugar de llevárselo a un restaurante le invitó a su cuartel donde el menú sale más apañado de precio. Y para mayor deleite de los reunidos, entre ellos el ex capitán Muñecas también condenado por el 23-F y buscado por la justicia argentina, organizó posterior mini-desfile como si fuera Kim Jong-un en la época en la que vivía papá Kim Jong-il. Y todos tan contentos igual que coreanos del Norte en domingo festivo.
Los quince años que pasó Antonio Tejero Molina en la cárcel no le han servido para arrepentirse, (ni para distinguir arroz de paella). Le falla también que nadie le acompaña en su deseo de pasar a la historia como espadón redentor, salvo en un bar de Despeñaperros donde siguen convencidos de que Franco vive y se mantiene algún retrato del bigotudo golpista. A Tejero no le quedan beneméritos que le secunden porque los últimos que tuvo saltaron por la ventana después de una noche de farra en la que se bebieron hasta el agua de los jarrones del bar del Congreso y se marcharon sin pagar. Tampoco está, ni se le espera, esa autoridad militar que anunció el entonces capitán Muñecas en la tribuna. Tejero es hoy un espectro que agita Jordi Évole para llamarnos ingenuos audiovisuales que se lo creen todo.
Al teniente coronel Tejero Díez le han quitado el mando de la unidad pero de momento no se le ha abierto expediente y no parece que se le vaya a apartar del Cuerpo. Para “ayudar” le ha salido un hermano cura en Mijas-Costa, ¡eso sí que es un nido de lujuria y desenfreno!, que ha llamado cobardes al director general de la Guardia Civil y al Ministro del Interior. Es decir, todo enmarcado dentro de un entorno de paz y armonía. En la familia sólo les falta un torero y ya tenemos a la España cañí sentada alrededor de una mesa con mantel a cuadros y vino peleón, (eso de preguntar por la añada no es de hombres).
Ya verá el ministro Fernández cómo apaga este incendio, de qué manera explica que no controla lo que pasa en sus cuarteles. Lo que de momento no tiene perdón es llamarle paella a un arroz infame hecho con ínfulas de paella nacional con grano pasado, muy pasado, como el golpe del 23-F.
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