(“EL BOLETIN” miércoles 20 de febrero 2013)
El juez que instruye el robo del Códice Calixtino nos va a hurtar una parte interesante del relato porque no la considera “jurídicamente relevante”, y eso no lo podemos consentir. El ladrón del Códice afirma que en la catedral de Santiago ha visto cosas que dejarían mudo al mismísimo santo y lo que no era Sodoma era Gomorra; orgías y desenfreno entre peregrinos, un escándalo mayúsculo que amenaza la estabilidad de lo que era una tranquila sede católica.
Bien es verdad que Manuel Fernández Castiñeiras es un tipo de especial relación con el surrealismo, durante la vista del juicio reconoció haber guardado siete mil euros en una papelera y para justificar el robo acudió a una frase que quedará en los anales de la judicatura: “lo hice… porque cada uno tiene sus manías”. Así que lo del robo del Códice no era nada personal si no producto de una tendencia al hurto que Castiñeiras tenía entre sus costumbres como el que se come las uñas de los pies.
Nos vamos a quedar con las ganas de investigar mas en el asunto de la supuesta movida catedralicia por culpa de que no son datos jurídicamente relevantes, (tampoco “La Regenta” tiene datos jurídicamente relevantes y es una novela cojonuda). Si aplicáramos ese criterio no nos íbamos a enterar de nada divertido y ese gen de “la vieja del visillo” que llevamos dentro se alimenta de los pequeños detalles.
Castiñeiras puede que no diga la verdad pero tampoco lo sabremos nunca, el juez ha decidido obviar esa parte que estaba mas en el lado rosa que en el relato de “El Nombre de la Rosa”. Por el buen nombre de los miles de peregrinos que han pasado alguna vez por la catedral de Santiago se debería profundizar en la denuncia y para que la figura del deán no fuera objeto de comentario en la Curia vaticana que ha de reunirse próximamente con un propósito mas importante. En realidad con esta desazón no podemos vivir, que lo cuente todo Castiñeiras aunque sea en “Sálvame” con Karmele.
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