(“ABC“/MADRID, miércoles 16 de octubre 2013)
Busquemos en las viejas fotos de la Puerta del Sol, en las instantáneas de Alfonso y variarán los personajes pero siempre aparecerá un hombre anuncio de los de “compro oro”. Un indicador de la crisis que se les ha pasado a los hombres de negro son estas personas que reparten publicidad y se solapan unos a otros con las mejores ofertas. Por lógica su número ha aumentado, por lógica la necesidad también. Cuando Gallardón era alcalde los quiso prohibir pero Aguirre se opuso porque a nadie hacían mal; también hay quién dijo con sorna que le quitaran también la publicidad a los futbolistas de las camisetas.
La crisis es la que lleva a los madrileños a vender cadenas, anillos y medallas que aún teniendo un alto valor sentimental se les puede rascar unos euros al peso. Ya lo decía “El Quijote” que los duelos con pan son menos y si por despejar el cajón nos damos una pequeña alegría pues bienvenida sea. Nunca nos darán lo que pensábamos que podía valer pero en ese negocio, como en todo, el precio está sujeto a la oferta y a la demanda: cuantos mas sean los vendedores mas baja la recompensa.
No hace mucho, en los estertores de la opulencia aquella en la que vivimos hasta caer en la crisis, se instaló una máquina en el Palace para comprar lingotes de oro. Se creyó que era un buen negocio pero la tuvieron que quitar porque no funcionó. Ese hotel centenario que ha visto de todo: espías, revolucionarios, artistas, conspiraciones, golpistas y negociadores en la noche del 23-F, no contempló colas de turistas ricos llevándose oro en sus maletines, (todo lo mas que se llevaron fue turrón de Casa Mira cuando llegaba la Navidad).
El aumento por cinco de las casas de compra de oro y plata indica que de momento seguimos instalados en la penuria. Señal de recuperación será cuando cierre alguna y en su lugar abra una floristería pero esas flores aún no están plantadas.
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