Por: Matías Antolín
Palencia. Hotel Rey Sancho. Disfruté hace unos días con mi esposa Ingrid de una excelente suite que me había reservado el alma de este estupendo establecimiento, Pedro Pastor, con el que mucho converso de toros. En este acogedor hotel me he vuelto a reunir, después de más de treinta años, con mis primos carnales Mariano, Luis Ángel, Jaime y Javier Antolín. Una velada entrañable, sin reproches, contando nuestras aventuras, venturas y desventuras mientras saboreábamos una exquisita cena regada con buen vino tinto. Compartimos mantel con sus esposas Ana, Fabiola, Montse e Isabel. Y en animada charla conversamos del Caso Madeleine. Isabel Sardina, esposa de mi primo Luis Ángel, comentó que hasta la web del Príncipe Carlos de Inglaterra ha llegado un anónimo que acusa a una ex empleada del complejo hotelero portugués The Ocean Club; alega que se llevó a Maddie para ensuciar la reputación del hotel como venganza por las pésimas condiciones laborales que, según ella, padecía. Mis primos y primas consortes, como padres, comentaban que ha tenido que ser desgarrador para el matrimonio MacCann, Gerry y Kate, regresar al Reino Unido sin Madeleine y, encima, como sospechosos. ¿Padres coraje u homicidas psicópatas? No me cabe en la cabeza una exhibición de cinismo tan cruel por parte de los padres de Madeleine. Dudo que existan dos personas con el mismo talante, la misma sangre fría, el mismo estado de ánimo. Pienso que, uno de los dos, con tanta presión, ya se habría derrumbado si fueran culpables. No hay pruebas. Sólo rumores. ¿Han entorpecido ellos la investigación policial? ¿O han sido torpes los policías que investigan el caso? Mete Ana cuchara en la cháchara para decir que la policía portuguesa también está bajo sospecha. Incluso ha sido destituido el jefe de la policía que investigaba el caso. Algo huele a podrido en Portugal y quizá no sea el cadáver de Madeleine. Como escribió en El Mundo, con su acostumbrada lucidez, Rafael Martínez Simancas, se está pergeñando una «triste ejecución sumaria donde a los MacCann les han lapidado, eso sí, con notable elegancia que está muy feo mancharse las manos de sangre (las piedras se tiran desde lejos)». Siento vergüenza ajena ante tanta desvergüenza. Navegamos en el nebuloso terreno de las hipótesis pero yo sospecho más de la policía lusa que de los padres de la niña desaparecida el pasado 3 de mayo. Considero disparatado echar la culpa a los padres esgrimiendo argumentos muy falaces. Sospechas subjetivas. De lo que sí son culpables los MacCann es de haber montado este circo los medios de comunicación. Sería imperdonable si nos hubieran manejado a los periodistas irresponsablemente y ellos se hubieran desecho de su hija tras haber muerto accidentalmente o por irresponsabilidad manifiesta de los padres. Pero no merecen este linchamiento hasta que no se sepa la verdad. Recuerda el sagaz Mariano que ya nos dejó dicho Hemingway que todas las maldades nacen en estado de inocencia. Existe la presunción de inocencia pero muchos colegas han puesto en marcha su maquinaria sensacionalista en una vergonzosa presunción de indecencia. A Luis Ángel le parece tremendo leer en alguna primera página : «Kate, ¿la mataste tú?»?.Los rastros que dicen han aparecido en el coche alquilado por los MacCann no hay que ser el Teniente Colombo para sospechar que podían tratarse de ropa de Madeleine. Todo está siendo muy torticero. Morbo a cucharadas soperas. Esta tragedia se ha convertido en un Caso Mediático, donde casi todo vale con tal de vender periódicos o rellenar programas de televisión. Existen en el periodismo o en la policía, tipos despreciables, que desprecian la verdad y pisotean el honor de muchas personas con impunidad. Criticar a la prensa, a la policía, incluso a la justicia, también es hacer justicia. Para entender la injusticia hay que sentirla en carne propia. Apunta Jaime Antolín: «La inculpación que sufren los MacCann muy bien podía ser causa de un desatino policial». Sí, primo, quizá estemos ante la crónica de una injusticia y de alguna serpiente venenosa del periodismo. Contra su mordedura, el único antídoto eficaz es la verdad. «Sólo la verdad es inocente», matiza Montse Aparicio. No soporto a esa jauría de colegas buitres y carroñeros que están haciendo un linchamiento feroz y mezquino a unos padres que son vapuleados en los medios con desvergüenza y sinrazón. ¡Maldita carroña desinformadora!. Señalan Javier y Fabiola que sean culpables o inocentes, los MacCann ya han sido juzgados y condenados. Quizá sea un primo, pero hemos perpetrado un juicio paralelo fomentado por unos colegas irresponsables y morbosos. Algunos emplean la forma más rastrera de fomentar los bajos instintos del telespectador o del lector. A estos padres, si se demuestra que no son culpables, les costará salir expulsados de la fábrica del chisme. Hay manchas que no se borran nunca. ¡Qué injusticia! La dictadura del morbo se ha impuesto, dice Ingrid mientras yo me quedo con esta copla: «Más mata una mala lengua / que la mano del verdugo / El verdugo mata a un hombre / y la mala lengua a muchos». Murmura que algo queda.
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