(“LA GACETA DE SALAMANCA“, domingo 2 de marzo 2014)
Depende de qué encuestas leamos parece que el debate sobre el estado de la Nación se la trajo al pairo a un importante número de conciudadanos, como si la política fuera una actividad que no va con ellos, (esto es lo peor porque a mayor distancia de quienes nos gobiernan más grande será el desgobierno). El formato del debate ayuda poco, las intervenciones son tan largas que parecen un ensayo de tablas y premios de los Niños de San Ildefonso, pero es de los escasos momentos del año en los que la ciudadanía puede escuchar y evaluar las propuestas de los candidatos. El otro gran momento es el debate sobre presupuestos que es bastante minoritario.
En el siglo XXI dónde cualquier idea circula a velocidad de Twitter por las redes seguimos empeñados en los formatos parlamentarios del XIX. Una vez acabado el trámite en el Congreso los políticos regresan a lo alto de la colina en la que se encuentra el templo de la divinidad de la casta. Algunos volverán a su cometido de gregario de escaño, a esa tarea “ingrata” que decía el ex senador Granados: apretar un botón. A veces hasta se confunden y lo aprietan mal como ha ocurrido en el Parlamento Catalán dónde nueve diputados del PP votaron a favor de la resolución de Mas. Hay algunos que son torpes de dedo igual que otros pueden ser duros de oído, llegado el momento se aturullan, se lían, se ponen nerviosos, la pifian.
Otra cosa sería que Rajoy, Rubalcaba, Cayo Lara, Durán y Rosa Díez participasen en un programa de cocineros que están de moda. En ese caso verían multiplicada la audiencia debido a que al personal le interesa más la receta de las madalenas de nuestra abuela que una propuesta parlamentaria. Visto desde esa perspectiva tan pragmática vivimos bajo el gobierno de los cocineros; es cierto, siempre fuimos unos tripudos. Si Rubalcaba reta al presidente del Gobierno a ver quién hace mejor unas cocochas en salsa verde entonces la audiencia saltaría por los aires. En el jurado Celia Villalobos y Jesús Posada a los que se les ve amigos del buen comer. Un reto en los fogones sería una manera de prolongar la política por otros medios, menos oratoria y más punto de sal.
Un Top-Chef-Políticos es una locura pero cuando el mensaje no llega hay que adaptarlo, salvo que se quiera vivir en la lejanía de la divinidad en un mundo de sumos sacerdotes y vestales. Y todavía tienen suerte porque en un Mira Quién Baila se pisarían al bailar los unos contra los otros.
Es triste, interesa más la receta de las madalenas de la abuela que el discurso elaborado. Además, hablar con la boca llena es de mala educación y de lo que se trata es de disfrutar de los productos de la tierra.
Compartir: