(“La Gaceta de Salamanca“, domingo 30 dejunio de 2013)
De vez en cuando el siglo ofrece personajes que dignifican al resto de seres humanos y nos sirven de referencia para tratar de mejorar nuestra condición. Uno de ellos es, sin duda, Vicente del Bosque que sin ser un científico, ni un artista plástico, ni un estadista, es capaz de ser ejemplo. Hay un Del Bosque guerrero que actúa en el campo de fútbol donde desarrolla su sabiduría en conceptos tácticos pero creo que es el otro Del Bosque el mas interesante: el que es capaz de transmitir sabiduría con serenidad sin darse importancia, de ahí que sea Vicente El Grande.
Al margen de lo que haga la Selección, gane o no esta noche en Río de Janeiro, Vicente del Bosque ha vuelto a conquistarnos a todos con su peculiar forma de ser. Su figura es antagonista de ese otro personaje casposo de la semana que es Luís Bárcenas, ¡cuánto tendría que aprender el antiguo tesorero del PP de las maneras que gasta don Vicente! Bárcenas es una bomba atómica que se activa con una peineta, una convención de cocodrilos hambrientos metidos en un bidé tendrían menos peligro que él. Es la imagen del perfecto gañán que se creyó rico, inmune y tocado por la mano de Dios. Y frente al zorro plateado de Soto del Real tenemos la imagen cercana, común, amable de un tipo que ha hecho con el fútbol lo que Sun Tzu logró con la guerra: un arte. Uno se puede imaginar a Del Bosque en la parada del autobús o pasando el coche en una ITV, en cambio a Bárcenas solo lo visualizas en restaurantes caros o en asientos business de compañías aéreas de bandera. Lo curioso es que la vida nos ofrece mil Bárcenas iracundos antes que un Del Bosque cercano, se da mas el género de tipo huraño y trepa que la persona digna de elogio y admiración.
El Maracaná es un estadio enorme, lo conozco, cuando estuve allí me pareció que había mas cemento que en cien pantanos. Desde el banquillo uno debe apreciar la perspectiva de la hormiga cuando observa los bordes altos del hormiguero, pero no creo que esa sensación vaya a arrugar al entrenador español. En Fortaleza sudaba como cualquiera pero sin quitarse la chaqueta y eso que tuvo motivos al llegar la tanda de penaltis. Y luego tuvo la humildad de aceptar el triunfo como un lance mas del juego.
Del Bosque es un español del Siglo de Oro que se ha colado en nuestro relato cotidiano, por eso es una persona extraordinaria, uno de esos caballeros que le dan sentido a la palabra, al honor, a la verdad, y que honran su trabajo al dedicarle lo mejor que tienen. Además es un campeón, cierto, pero podría no serlo y resultar igual de ejemplar. En un momento de crisis tan galopante en el que los gañanes se creen imprescindibles escuchar a Del Bosque es una lección muy de agradecer.
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