(“COLPISA“/VOCENTO, martes 17 de septiembre 2013)
Parece que Rajoy toma el arranque de curso en serio y que está dispuesto a ponerle las pilas a los ministros pero también al partido. Esa es la clave para entender que presidiera ayer el Comité de Dirección del PP en Moncloa y que les transmitiera la necesidad de no sólo hacer cosas sino también pregonarlas para que no queden en el humo de las buenas intenciones. Lo que busca el presidente es potenciar la línea argumental y alejar complejos que se convierten en pánico cuando se cita o escribe de Bárcenas; una sombra que la secretaria general del partido no ha logrado eliminar como si fuera una de aquellas indelebles caras de Bélmez. El miedo a Bárcenas existe y ese temor frena la inercia de los populares.
Rajoy le pide al Comité de Dirección de su partido que hable de las reformas económicas que se han tomado y que van en la dirección de sacarnos de la crisis. En cierto sentido busca el mismo efecto de la naviera que quiere enderezar el Costa Concordia, se trata de que el buque flote de nuevo, salir del abatimiento provocado por la resignación de que algunas cosas son imposibles de reflotar por buena voluntad que se les ponga. Ahora bien, tanto en el mensaje de Rajoy como en la operación de la isla de Giglio tienen sus riesgos, en el caso del barco dicen que se puede partir el casco y tampoco descartan encontrarse los cadáveres de dos desaparecidos flotando entre las aguas. A Rajoy le puede superar el optimismo y encontrarse con una realidad no tan idílica, en su caso el que flota inoportuno es el ex tesorero que aparece en cuanto se agita un poco la nave.
El trabajo del presidente es hercúleo: centrarse en la recuperación económica es el discurso oficial, potenciar la imagen de un gobierno de capaces que saben lo que hacen. Se quiere enderezar el PP y alejarlo de otros asuntos que considera que desvían la atención. Pero se deja fuera Cataluña que de manera incomprensible queda en manos del ministro Margallo; y también la autocrítica en los casos de corrupción en los que Esperanza Aguirre cree que su partido debía haber actuado con mayor contundencia. Rajoy, como los técnicos que trabajan con el Costa Concordia, creen que lograrán enderezar un pesado buque encallado pero hasta el mas ingenuo de los operarios sabe que se puede partir una de las poleas.
Si el presidente se pone al mando de la operación es también porque han fallado los encargados de transmitir el mensaje económico dentro del partido. Es otra manera de hacer una reforma en Génova sin necesidad de cambiar el nombre en la puerta de los despachos pero mas de uno, (y de una), han dado acuse del golpe de timón. Lo tienen complicado, presenciamos una operación de riesgo, lo de Rajoy también; para que se hagan una idea el nombre de la empresa es la norteamericana “Titán Salvage”. No se me ocurre un nombre mejor para la otra operación de envergadura que van a acometer desde Moncloa.
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