(“COLPISA“/ VOCENTO. 1 de mayo. 2012)

Jardiel hizo una comedia magnífica basada en un personaje cervantino: un hidalgo del siglo XX que se resistía a salir de su casa pero que gracias a un proyector de cine jugaba a que todas las noches cogía el expreso Madrid-Irún. En su locura tenía implicado a todo el servicio que de manera cansina le seguía el juego para no ser despedidos. A esa maravilla del surrealismo patrio le llamó: “Eloisa está debajo de un almendro”.
Al dueño de aquella casa no se le podía llevar la contraria, los empleados le duraban escasos días porque había que ser muy valiente para soportar su locura; toda la familia sabía que no andaba en sus cabales pero le seguían el rollo. Lo que no imaginaba Jardiel es que años más tarde la comedia saltaría a la política y un presidente de Gobierno podría vivir enrocado en su propio engaño. Desde luego no es para dudar de la capacidad síquica de Mariano Rajoy, o de su bonhomía que ha de quedar a salvo, pero con sus rectificaciones económicas recuerda mucho al protagonista de la obra de Jardiel Poncela. Rajoy está a un paso de pedir a De Guindos que se vista de jefe de estación, se coloque la gorra roja y de la salida al expreso de Irún. Y todo eso sin levantarse del sillón en el que contempla el espectáculo de un desastre económico que se proyecta en los telediarios. Algo parecido le ocurrió a Zapatero hasta que las crisis le hizo descarrilar que es una metáfora que pega mucho en esta tragicomedia económica.
Rajoy presume de saber lo que tiene que hacer, legitimidad electoral tiene para hacerlo, pero luego no termina de ejecutar algo que sea eficaz y ponga en marcha una maltrecha economía nacional. Puede mandar a los socialitas, y a los críticos, a un asilo acústico en el que no se escucharán sus quejas pero eso no le dará aciertos sino que le proporcionará soledades. Parte de esa política errática es anunciar que cada viernes añadirá un poco más de presión a la deteriorada caldera, un país sometido a las fuerzas físicas de una olla exprés tiende a buscar una salida. Que vengamos de años de ensaladas de brotes verdes del chef Zapatero no lo justifica todo. Apostar por la estabilidad y castigar el consumo a base de subir impuestos parece otra ocurrencia de viernes que, a su vez, puede ser superada porque el calendario da mucho de sí.
Las aventuras de Eloisa son hilarantes porque Jardiel escribió para provocar la risa floja del espectador más inteligente, pero ese texto aplicado a la reforma laboral no tiene tanta gracia. No es De Guindos Ramiro Oliveros en las tablas del Teatro Español.
Si Rajoy sale de debajo del almendro será algo espectacular. No hace falta que anuncie nuevas medidas, quizá con tomar una y que ésta valga será suficiente.

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