(“El Boletin“, 5 de julio 2012)
Dicen que sólo es el principio y es posible porque aunque hayan encontrado la partícula, el Boson de Higgs, no sabemos nada mas que ahí puede estar la puerta y ya veremos lo que aparece cuándo se gire la llave. Encontrar la partícula no significa nada porque Dios tiene guardada la fórmula de la vida en la misma caja fuerte en la que se guarda el secreto de la Coca-Cola; no tenemos nada que hacer.
El problema más que teológico, filosófico o de orden moral es un asunto de patentes y por el momento el Creador se ha quedado con la exclusiva, ni siquiera ha delegado el truco en algunos elegidos para que pudieran crear, (pongamos por caso): gambas y langostinos. Quizá todo se deba a que una vez le contó el secreto a su hijo porque tenían un problema en una boda de Canaan y al multiplicar el vino aquello degeneró en un botellón histórico de garrafales consecuencias, y lo de garrafal dicho con todas las consecuencias que provoca una resaca bíblica. Dios se otorga la posibilidad de manejar a su antojo la partícula y no parece que vaya a dar mayores detalles.
Lo que es innegable es la parte literaria que tiene el descubrimiento porque le da una dimensión de novela negra. Sólo pensar que el mismo día que se descubrió el Bosón apareció el Códice Calixtino nos da muestras de que quizá existan las señales divinas, (¿podemos incluir en el paquete la salida de Leire Pajín de la política?, quizá ese era el tercer secreto de Fátima).
De momento tenemos una partícula y muchas dudas que se acumulan encima del mostrador de la ciencia. No es oro todo lo que reluce pero hay que reconocer que el criticado acelerador de partículas, (que tiene aspecto de canódromo), ha servido para algo. Es de esperar que no haya reacciones muy plastas por parte de los fundamentalistas religiosos que todo lo critican como si descendiéramos de un mono angelical. El argumento da para otra película de Indiana Jones en busca del Bosón perdido.
No sabemos cuántos Premios Nobel van a salir de este descubrimiento pero nos podemos hacer a la idea del número de best-sellers y de Óscar que pueden caer en los próximos años.
Eso sí, por bien de la salud mental de los que somos de letras, se ruega que no intenten explicárnoslo en una pizarra porque es inútil, no nos vamos a enterar. Al consumidor de Coca-Cola no se le pide que aprecie en el paladar los elementos secretos que la componen, simplemente se le ofrece diversión embotellada. Le llaman la chispa de la vida, también puede ser llamado el Bosón de Higgs.
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