(“COLPISA“/VOCENTO, martes 6 de agosto 2013)
De repente se acabó el recreo según el Ministro Margallo así que hasta agosto de 2013 hemos mantenido y consentido un parque de atracciones británico en la bahía de Cádiz. Castiella, aquel ministro de Franco que se batió el cobre ante el Reino Unido en la ONU no sabía que “apretando las tuercas” íbamos a recuperar de un plumazo tres siglos de diplomacia perdida. Margallo se viste de cruzado y se equivoca porque salvo que consiga poner la bandera española en lo alto de la Roca antes de que acabe este verano todo se le puede volver una “perejilada” de tomo y lomo. En las espadas toledanas se escribía una leyenda a dos caras: “no me saques sin razón/ni me envaines sin honor”. Ya tenemos la espada en la mano, ya está el caballero cruzado ante la verja de Gibraltar, ahora esperemos que sepa encauzar su furia antes de que el ridículo vaya a mayores. Es aquello de “ir por ir” de José Mota.
El Peñón será una cueva de Alí Babá, que lo es, pero de su economía dependen diez mil españoles que viven en la zona desde La Línea a San Roque, se trata de uno de los territorios menos prósperos de Europa y a lo que las distintas reformas laborales solo han llegado a través de nuevos inscritos en las oficinas del INEM. Si hiciéramos una encuesta podríamos ver el porcentaje de gaditanos que serían felices teniendo pasaporte británico y, en cambio, el bajo número de llanitos que se sienten ligados a España. Nos separan tres siglos desde el Tratado de Utrech y algo más: una manera de entender la vida que para ellos pasa antes por Londres que por Madrid. Que hablen inglés con acento andaluz no los convierte en españoles.
Las tuercas que pretende apretar el ministro suenan a gozne viejo de arcón medieval que se abre y levanta serrín en polvo; negar el peso de Gibraltar como gobierno autónomo sometido a Londres es una tontería, la Roca cuenta con su propio gobierno y su palabra ha de ser escuchada. En otro caso se manda a por una cadena con un candado y se chapa la verja como estuvo desde 1969 a 1982. Ya veremos cuanto recauda Hacienda de esos controles exhaustivos que se pregonan, estemos atentos para saber en qué número desciende el contrabando de tabaco en la zona. Y, sobre todo, no dejemos de preguntar a Margallo por el seguimiento que hace Londres de una crisis tan insólita como abrupta.
De momento es fácil imaginar al ministro vestido de cruzado junto a sus huestes acampando al otro lado del río Guadalete como un nuevo don Rodrigo a la espera de entrar en combate con Tariq, (general bereber que le da nombre al Peñón de Gibraltar, “Jabal Tariq”). En la retaguardia le espera un ejército de jinetes de Sotogrande que practican el polo en caballos pequeños con un gin-tonic en la mano, y una infantería mecanizada de neopijos en carritos de golf. Todos ellos “muy concienciados” y con la banderita española en la correa del reloj que es una manera de hacer patria sin tener que ir a la mili donde se pasaba mucho calor y te podía hacer guardia junto al hijo de un pobre.
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