(“La Gaceta de Salamanca“, domingo 18 de noviembre 2012)
No deja de dar cierto sonrojo escuchar cómo en la Cumbre de Cádiz se invoca con tanta alegría a la Constitución de 1812. En el nombre de “la Pepa” se han cometido las mayores tropelías conocidas en España, que se lo digan al general Torrijos cuándo pensó que era buena idea regresar a España, (fusilado en las playas de Fuengirola acabó). “La Pepa” en discurso de gobernante no tiene valor alguno, en cambio simboliza muy bien lo que puede conseguir el pueblo cuándo se lo propone ya sea resistir a Napoleón o retar al absolutismo de Fernando VII. Ahora bien, en Francia Delacroix logró pintar una visión romántica de la Revolución con una señora de pecho al aire, en España hubiera sido imposible porque a “la Pepa” la fusilamos para no tener la obligación de seguir su buen ejemplo.
El enfado mostrado en las calles este 14-N va mas allá de una discusión de números entre gobierno, patronal y sindicatos. La huelga quizá no tuvo el seguimiento masivo que se esperaba pero lo que vino a continuación en las calles españolas es relevante. Se constata como hecho cierto que el pueblo soberano está hasta las narices de algunas incongruencias, y ese pueblo sabe que tiene dos caminos posibles: uno de ellos es no votar o hacerlo en blanco y otro es ocupar la calle con su descontento. Contra ese malestar que llena las aceras no hay producto de limpieza posible, la mancha no se quita porque cuándo se raspa aparece otra debajo. Años de negar la crisis y de fumar brotes verdes así como presenciar que nada importa salvo lo que quiera Alemania genera una desazón importante. A eso se añade que la expectativa de futuro tampoco es muy halagüeña en cuánto al crecimiento de la economía o los datos del paro.
La Cumbre de Cádiz es un escaparte comercial entre países americanos emergentes y la decrépita Europa. Es una invitación a emigrar de España que parece agotada de ideas, proyectos y futuro. Nuestras grandes empresas tienen la mayor parte de su negocio en el extranjero y aquí Fátima Báñez confía en que saldremos gracias a la Vírgen del Rocío. Esa perogrullada no se le hubiera ocurrido a ninguno de los constituyentes que discutieron el texto en la iglesia de San Felipe Neri.
El enfado ciudadano tiene una profunda tristeza en el fondo por lo que tiene de matar la ilusión colectiva de todo un pueblo. Y de eso es responsable la clase política, la sindical y algunos “tristérrimos” gobernantes que usan el buen nombre de “la Pepa” como si hubieran sido compañeros de clase. Tienen suerte de que “la Pepa” no levante la cabeza porque les iba a correr a gorrazos más allá de Puerta Tierra igual que hizo con los franceses hace dos siglos; no saben éstos cómo suena de verdad el trueno de arcabuz.
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