(“ABC”/MADRID, sábado 16 de marzo 2013)
Alberti, Dámaso Alonso, Dalí y Buñuel cuando fueron alumnos de la Residencia de Estudiantes jugaban a crear poemas absurdos en los que de manera inevitable debía aparecer “la gallina” en medio, (por ejemplo “el té/el té/la gallina/ y el Teotocópuli). Así pasaban el rato, hacían unas risas y potenciaban ese lado de genios surrealistas que luego desarrollaron en sus respectivas actividades artísticas. Ahora bien: ¡Quién le iba a decir a la gallina de Alberti que años después iba a ser un mamífero!, quizá demasiado surrealismo para un simple gallinero.
Entre la gallina vista como ponedora de huevos con leche y no tener pajolera idea de dónde colocar a la Comunidad de Navarra, por ejemplo, los aspirantes al Cuerpo de Maestros de la Comunidad de Madrid se han cubierto de gloria. Algunas respuestas son dignas del elogio a la estulticia cum laude. Estos exámenes hablan mal de los que los han rellenado y también de las gallinas, víctimas inocentes de un revisionismo académico absurdo. De ahí a considerar que hay gallinas bravas que son las madres de gallos que envisten con trapío hay un paso, y de ese paso al ridículo apenas un salto.
Con otras respuestas podemos confeccionar un mapa Monster de la Geografía Española en el que el Guadalquivir discurra por Zaragoza, el Ebro desemboque en Sanlúcar y Despeñaperros tenga incluido al Puerto de Pajares. Algo tan insufrible como la letra de la canción infantil que asegura que por el monte corren las sardinas. Por supuesto que la culpa la tienen los examinandos pero no estaría mal recordar los nombres de los diversos ministros de Educación que alteraron los planes de estudio con sus ocurrentes aportaciones.
La culpa la tendrán las gallinas como siempre, para eso son víctimas de corral. Una respuesta de manda huevos, una calamidad de prueba, un examen de los que se leen con dolor. Y estos son los que iban a enseñar en las aulas a los niños: ¡y un huevo!, (de gallina Caponata).
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