(“LAS PROVINCIAS“, martes 2 de julio de 2013)
Los dirigentes del PP se dividen entre quienes constatan que no les afecta y quienes exteriorizan su malestar, en el primer grupo la mayoría y en el segundo Arantza Quiroga, Monago y también Aguirre. La presidenta del PP en Madrid clamaba ayer a la entrada de Génova en contra de los casos de corrupción que salpican a su partido y lo hacía con su peculiar acento de gravedad cuando algo le toca especialmente las narices; decía que se sentía abochornada, todo hacía presagiar que habría lío en el comité de dirección pero no. Aguirre iba a montar un “maracanazo” en Génova y cuando tuvo la ocasión disparó fuera el penalti como le pasó a Sergio Ramos, (ocasión perdida).
Los políticos podrían hacerse una idea de que si a ellos les abochorna la corrupción cómo debe caer ésta entre la cansada ciudadanía. Acierta Aguirre cuando recuerda que el PP alcanzó el poder en 1996 con la bandera de alejarse de los años oscuros del felipismo pero ese argumento no está actualizado. Si nos ponemos a cambiar cromos la comparativa es bastante mala para el PP que tanto presumía de limpieza pero que mantuvo a Luís Bárcenas de tesorero-mangante hasta hace poco. El mensaje de higiene democrática de 1996 no sirve, después de aquello hasta tuvo que dimitir un presidente autonómico, Jaume Matas, enfangado en prácticas que se presumían exclusivas de Luís Roldán y sus cuatreros.
El bochorno recorre la espina dorsal de la sociedad, es patrimonio de los ciudadanos, no tanto de los dirigentes. Bochorno es conocer que una diputada del montón en la Asamblea de Madrid durante tres legislaturas, (nadie recuerda una aportación parlamentaria de Carmen Rodríguez Flores), pasara a diputada nacional sin duda que premiada por leer bien el periódico en el escaño. Aguirre clama al cielo y va a reunir la comisión de garantías para que Rodríguez explique su abultado patrimonio. Pero antes de la noticia que le relaciona con un constructor andaluz estaba su trayectoria política bastante prescindible, ¿nadie se dio cuenta de que arrastraban en la listas a una persona inútil? En el pecado llevan la penitencia porque la política no puede ser la suma de amigos colocados en función de cuota. Las listas abiertas son un clamor, de esa forma evitaríamos que resultaran premiados por leer el periódico y apretar botones unos maulas que tanto dañan la imagen de la democracia.
Este bochorno no se pasa con un abanico y una limonada. No es cuestión de fijarse en “la nueva política” que dice Cospedal, lo suyo es tener voluntad de limpiar bien los corrales y eso no parece que vaya a ocurrir de inmediato. Resulta difícil de entender pero los hay que abochornados viven estupendamente en su microcosmos de cuota de partido, aquellos que llegaron a la política para “servir-se”. Siempre dentro del pelotón sin dar sobresaltos como si la higiene fuera un problema que solo afecta a los demás; atufan a lechón rebozado en estiércol.
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