Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
La noticia de que tres cuadros pintados por el general Franco iban a ser subastados corrió como la espuma. Hemos visto las fotos de los paisajes, nos contaron el seudónimo con el que firmaba y hasta algún crítico se atrevió a crear una teoría sobre el estilo africano del autor. Pero una vez más la realidad ha venido a chafar una buena noticia: dice la familia Franco que el abuelo no firmaba con el seudónimo de Gironés.
Además, si hubiera pintado cuadros en condiciones ya los habría vendido el marqués de Villaverde que era el portavoz económico del clan, aquel que fue capaz de retratarlo entubado con algún espúreo motivo. Si reconoce su nieta Carmen que el abuelo pintaba bodegones y florecitas después de comer, para no quedarse dormido a la hora de la siesta porque cuando uno tiene la responsabilidad de la Historia no debe andar pegando cabezazos ante un capítulo de Bonanza. No es el sofá el destino de un guerrero y Su Excelencia prefería los lienzos porque le situaban próximo a los ?santos óleos?.
Algo parecido ocurrió en Alemania cuando sacaron a subasta unos diarios atribuidos a Hitler y que luego fueron trola. En honor a la verdad habría sido magnífico que Franco hubiera sido pintor en vez de militar, Hitler poeta y Musolini un repartidor de pizzas a domicilio, pero no tuvimos suerte. Ya los siento por la expectación que había levantado la noticia y por la vehemencia de los críticos. Aquel hombre que mandaba mucho en realidad pintaba poco.
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