Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Hay una derecha más allá, una posición más bronca y peleona que cuenta las desgracias ajenas como victorias propias. Es una derecha primaria, infantil a veces y gritona todas. Una fuerza que se alimenta del temor y el recelo, convencida de que todo el mundo es malo menos ellos mismos y sus amigos.
Rajoy es un señor de derechas, pero no de esa derecha desaforada. Mientras debatía con Zapatero las miradas más cínicas venían de algunos de los suyos, de los que le piden que suba dos tonos más de voz y que saque la tralla. Las encuestas que debería mirar no son las que le comparan con Zapatero sino las que le puntúan desde su partido. La pesadilla de Mariano Rajoy no es una respuesta de Zapatero sino una réplica de Acebes, o una remanguillé de Pujalte. Zapatero le ha dicho a Rajoy que no tiene ni idea de lo que es España, como si él no supiera cómo está el percal.
De los oradores no se sabe qué zapato usan pero algo dice que le apretaban en la tribuna. Rajoy es un dirigente excelente para la derecha en el caso de que ésta decida tener cabeza y no espada flamígera. Es un hombre de palabras y consensos, de charleta amena con anécdota divertida, pero transmite la impresión de ser el prisionero de Zenda en la calle Génova.
Cuando Zapatero se de cuenta de que en Rajoy no tiene adversario sino contrapunto, habremos avanzado una enormidad. Por el bien de España que sea antes de que el gallego se aburra y se retire a Lugo a fumar puros con un registrador ocioso.
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