Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
En la última feria de Madrid hubo más emoción que aplausos, sin duda que el momento de mayor angustia es el que recoge Juan Pelegrin en esta foto premiada como la mejor de San Isidro, según Taurovent. Juan Pelegrin es un joven fotógrafo que acumula talento y ganas, un filósofo tan extraño que pasa de estudiar mitología griega a calzarse el traje de fotógrafo de fieras en el callejón de la Plaza. Allí, desde hace unos cuantos años, practica el arte de poner el ojo donde pone la intención (que decía Ana Belén).
Ser fotógrafo de toros no es fácil, hay que atrapar la escena y congelarla para siempre. Juan sabe de congelados más que el capitán Pescanova.
Esta foto es de premio pero les aseguro que tiene otras muchas más porque las he visto, pero Juan Pelegrin no es amigo de exposiciones sino de trabajos, si no le hubieran dado el premio nunca habría trascendido este momento sublime de la tauromaquia de urgencia. El toro, “Peletero” de la ganadería de Palha, y el torero, Rafael Rubio “Rafaelillo” se veían las caras después de un encontronazo terrible. Sus manos apoyadas en el suelo recuerdan una escena de Gladiator, el toro 513 kilos y el torero apenas sesenta. El miedo les pesaba igual a los dos pero el toro fue más fuerte y lanzó a Rafaelillo a sus lomos como el que se echa una mochila sangrante a la espalda. La muerte jugó entre los dos pitones pero esa tarde llevaba prisa, tan sólo una lesión de tendones en la mano para “Rafaelillo”. Según Juan “es el milagro más grande que he visto en mi vida”. Según los que lo vieron en directo, también.
La suerte tiene amigos muy extraños y a veces da besos en la boca. Esa tarde del último día de mayo de 2006, “Rafaelillo” tuvo suerte y Juan también. Ninguno de los dos sabía cómo iba a ser la siguiente escena. Pasó tal cuál. Hoy queda el premio y un cierto espanto cuando recuerdan el segundo, esculpido en mármol, en el que el diablo preguntó por el alma del torero sin saber que Juan estaba al otro lado dispuesto a hacer el quite con una reflex.
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