Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Siglos después de cultivar una historia de buenos y malos, de curas y palos, hemos llegado a la conclusión de que España es una pareja de la Guardia Civil que llega a tiempo cuando se le llama. No hay otro argumento que nos una más ni que ofrezca una mayor coherencia de identidad nacional.
A pesar de que a la Benemérita se le ha dado un trato infame y se le ha tenido en casas cuartel que eran una ruina, en condiciones deplorables para ellos y sus familias. Resultado del abandono institucional y del desprecio de buena parte de la sociedad, son las bajas por depresión de muchos de sus miembros. Pero, hoy, cuando los revienta pisos campan por sus respetos, las autonomías imploran el regreso de los hombres de capa verde y tricornio de charol. Hay nostalgia de los hombres del bigote.
No deja de ser un contrasentido perverso: cuando más nos peleamos por las cuencas de los ríos es cuando más falta nos hace un instituto armado, (estatal) capaz de combatir el crimen organizado. El resto de policías autonómicas se quedan para poco menos que desfiles y el día de la patrona, cuando hay que plantarle cara a las bandas la policía local no da la talla.
Debe ser la venganza del duque de Ahumada en cuya tumba dejó una mancha un tal Roldán. La historia nos lleva a la conclusión de que una pareja unida ?son mucho más que dos?, (que decía el verso cálido de Benedetti). Aquellos que les dieron la espalda hoy les reclaman con urgencia en un acto de esquizofrenia del federalismo primario.
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