Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Es hoy cuando nos enteramos de que para el Ayuntamiento de Madrid en la Cañada Real no hay chabolas sino ?viviendas unifamiliares de dos o tres plantas?. Un informe de varios meses antes del desalojo cruento del que aún se recupera un policía. La verdad es que hay textos oficiales que rozan el surrealismo literario y municipal, poco más y La Cañada es La Moraleja B, unos chalets dotados de todas las comodidades en medio de varias vías de comunicación rápida. Un chollo que sería le envida de El Pocero. Igual hasta le querían cobrar el IBI a los que malviven con la miseria encharcada, y una tasa por no llevar agua corriente a las viviendas y otra por dejarlos sin luz en el siglo XXI. Y luego unos euros por unas placas de vado en el portón que hace las funciones de garaje, y algo por los columpios que han hecho con cuerdas y ruedas de coche, (durante el día juegan los niños y por la noche se entretienen los ratones).
Sucede que La Cañada se ha quedado en mitad del progreso, muy cerca de las autovías pero muy lejos de la razón y de la mínima solidaridad que se le puede pedir a una administración pública. Mientras no han sido noticia por los palos nadie se ha ocupado de las cuarenta mil personas que están censadas a ojo de buen cubero.
La Moraleja B es otra de las consecuencias de la especulación. Lo mejor que les podría pasar a sus habitantes es que el Ayuntamiento de Madrid les expropiara el suelo para construir un teatro, al menos sacarían beneficio de este absurdo vacío legal.
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