Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Dice el ofendido rey Mohamed VI que la visita de los Reyes de España ha Ceuta y Melilla traerá consecuencias, y no sabe qué razón tiene. La primera consecuencia ha sido el festival de banderas de España y de felicidad colectiva, luego está el subidón de los españoles que viven en esas dos ciudades autónomas, y más tarde el reconocimiento ?real? a dos plazas que forman parte del Estado mucho antes que algunos lugares de la Península.
Otra de las consecuencias favorables es que el Gobierno ha logrado que se grite ?¡España!? a pleno pulmón y sin complejos. Y, finalmente, que el rey de Marruecos quede como un sátrapa malediciente capaz de abrazar a Juan Carlos como su ?hermano? pero incapaz de admitir la legalidad internacional. También ha servido para que Pepiño Blanco no pueda ir a esas dos ciudades sin ser recordado como aquel político torpe que las creía en suelo marroquí, un lapsus geográfico que tiene mucho de abandono sicológico.
Treinta y dos años después de la Marcha Verde nos queda la estampa de esta marcha rojigualda que ha venido a lavar un abandono histórico. Los caballas y los melillenses quedarán como gente de bien que lejos de echarle a la cara a sus reyes que no hubieran ido antes, les aplaudieron como se hacía con los césares que entraban en Roma victoriosos.
Así que puestos a buscar consecuencias, como las que reivindica el rey Mohamed, en esta visita hemos obtenido unas cuantas. La mayor parte son felices, no hay lugar para el desencanto. Lo ha dicho el pueblo a gritos, así que Mohamed deja de fruncir el ceño y disfruta con las imágenes de un sueño vivido a todo color.
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