Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Cuando la necesidad aprieta el ingenio se dispara, lo diga el Lazarillo de Tormes o el delegado de Hacienda del Ayuntamiento de Madrid que ha publicado una guía de consumidores en Navidad en la que se recomiendan asuntos tan variopintos como reciclar juguetes, o darle una segunda oportunidad a las sobras.
Lo que propone Miguel Ángel Villanueva es “refinanciar garbanzos”, pero eso no es nuevo. Llevamos siglos con espléndidos platos de cocina basados en la cocina de ayer: las croquetas, (en su versión de pollo, jamón o pescado), o esa gloria nacional llamada “ropa vieja” que consiste en dar una segunda oportunidad al cocido. No hace tanto existió la figura del “paseador de huesos de jamón”, (más propia de pueblos de La Mancha), que iba con el hueso pelón y previo alquiler lo descendía con una soga en una olla para darle un toque de sabor a la sopa. Aquí siempre hemos sido muy vivos con todo aquello que sea disfrutar con la comida porque no sólo de percebes vive el hombre. También nos ha sobrado ingenio para nombrar a los platos, y así como al puré de garbanzos hubo algún restaurante cursi que lo bautizó como “sopa de campesino”, no faltará quién invente un plato en tiempos de crisis.
Pero no parece que fuera necesario recordar que la ropa se hereda, de esto los hermanos pequeños sabemos un montón sin necesidad de haber leído el catálogo de Villanueva.
Lo que resulta más extraño de la “Guía Práctica del Consumidor en Navidad” es que se aconseje no hacer la compra con hambre, o con bajo estado de ánimo. Lo primero es inevitable, (y lo segundo también), salvo que el Ayuntamiento obligue a entrar descalzo en los mercados y que nos hagan cosquillitas en los pies con pluma de ganso.
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