Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Los obispos han entrado en la partida de ajedrez y mueven ficha, jaque al Gobierno y de una sociedad que no les gusta. El meneo es tan fuerte que José Blanco ha tenido que reconocerse católico para emitir una queja de usuario doliente, pero Dios está siempre con quién más poder tiene y los monaguillos nunca crearon jurisprudencia en Teología. Los obispos llenan una plaza de Madrid y emiten un sermón muy duro en contra de la forma en la que se relacionan las parejas y en contra de gays, divorciados, abortistas y alejados de la doctrina. En el fondo se busca el retorno al dogma. Por ese lado: amén Jesús.
En Colón montaron un acto de fé que incluía conexión con Roma como los de la Sexta conectaban con Japón cuando el Mundial de Basket, y desde allí el Papa hizo una crónica que fue el pico de audiencia.
Entre los políticos estaba Mayor Oreja que después de defender a Franco se alinea con los curas carcas, nada es casual. Y Kiko Argüello y los legionarios de Cristo que se dieron un paseo por La Castellana en el día del Orgullo Vaticano.
Nada hay que objetar a los que se tienen por católicos y lucen su fe; tanto derecho tienen como el que más a llenar una calle. Otra cosa es la incongruencia de los obispos más duros, aquellos que llevaron la dictadura bajo palio y hoy se erigen en defensores de la democracia.
No es que ellos hayan cambiado de registro, es la sociedad civil la que tiene otro argumento de convivencia. A nadie le resulta extraño tener a un divorciado en su familia, y no hay formación política que defienda la disolución del matrimonio homosexual.
Es otra la batalla. Se discute acerca de la financiación de la Iglesia. De la Vega ha hecho acercamientos con los obispos españoles, pero éstos dicen una cosa y luego sermonean lo contrario. Los curas entran en campaña electoral y por lo que vimos en Colón cuando quieren llenan un espacio mayor que el de una parroquia.
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