Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Al presidente de la República de Francia le han visto hacer cola en Eurodisney acompañado de su novia, como si fuera unos enamorados más. Podíamos suponer que cuando uno es Sarkozy y vive en El Elíseo, tiene otras opciones para pasar un fin de semana que no sea esperar turno para subirse a la barca de Peter Pan.
El amor todo lo puede y logra convertir a uno de los hombres más poderosos del mundo en un chiquillo zangolotino. Seguro que compraron algodón de azúcar y, también, que ella le regaló un gorrito con las orejas de Pluto mientras reían y sus voces se mezclaban con la banda de música que pregona el pasacalles. Mezclados entre la multitud navideña más de uno pensó que bien se le dan las imitaciones a Disney que son capaces de hacer un clon de Sarkozy en pleno parque de atracciones.
A escala española sería como si Zapatero y Sonsoles se montaran en las barcas del Retiro, (ahora no que hace un frío de pelotas). Igual más que un cara a cara entre los candidatos lo que hace falta es que Rajoy y Zapatero pasen una tarde en la Warner y diriman sus diferencias con un batido en la mano.
La novia de Sarkozy es una chica poderosa, se llama Carla Bruni y canta con el tono de las amantes peligrosas. Él tiene un botón nuclear pero ella sabe cómo se desactiva. Es un amor precioso, adolescente, atolondrado y un poco cursi. Al final de la jornada Sarko y Carla pusieron sus nombres en la corteza de un árbol. Y durmieron estupendamente con unos pijamas de Mickey y Minnie Mouse.
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