Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
No son héroes porque una vez, cada doscientos años, se monte un festejo al que acuden las autoridades. Tampoco son héroes porque les han dedicado mil columnas de periódico y cien libros con grabados de Goya. Fueron héroes desde el momento en el que gritaron libertad sabiendo que eran minoría ante el ejército francés. Eran gente corriente, españoles, tipos de la calle a los que dieron sepultura a paletadas en fosas abiertas para la ocasión. No había leído a los ilustrados, tampoco tenían una idea cierta de lo que era una nación pero sí tuvieron un orgullo extraordinario. Ellos, la carne de cañón, dignísimos hijos del pueblo español, tuvieron los redaños para pelear frente a la mayor maquinaria bélica del momento. Fueron los que les sacaron las castañas del fuego a una aristocracia acomodada, a una burguesía sin honor, a un ejército que no sabía cuál era su bandera: si la sumisión o la de España.
Como pago a su esfuerzo y a su brava pelea, la monarquía los traicionó anulando la Constitución de Cádiz y el clero regresó a la Inquisición que significaba el eterno castigo a la ?funesta manía de pensar?. Los tenientes Daoiz y Velarde murieron sin saber qué sería de España, pero no por eso aflojaron en su empeño. Si los franceses tenían cañones y munición: ellos, los españoles, le echaron el valor de los que nada tienen que perder. Más tarde esos ilustrados y liberales tendrían que coger el cambio del exilio para escapar de la hoguera o del pelotón de fusilamiento. El siglo XIX empezó con la alegría de Cádiz, con la heroicidad del 2 de mayo, pero luego se prolongó en más de cien años de represión y sotanas, descontando los episodios de las dos repúblicas y algún conato liberal. Hasta es posible que Franco sea una consecuencia del XIX, otro general de espadón, (como Narváez y Espartero).
La historia de España está plagada de buena gente que dio su vida por cambiar lo imposible. Fueron marinos como el comandante Cervera que salió a combatir en la bahía de Santiago de Cuba, aún conociendo su fatal destino. Fueron los defensores de la posición de Igueriben, en Annual, aquellos que emitieron el siguiente texto con un heliógrafo: ?no tenemos agua, ni municiones. Nos quedan doce balas de cañón. Contadlas. Al acabar la última disparad sobre nuestra posición porque estaremos mezclados con los moros en combate cuerpo a cuerpo?.
Y, fueron, los héroes del 2 de mayo de 1808. Todos ellos españoles de bien a los que nunca alcanzó ni la modernidad, ni un título nobiliario. Eran sastres, muleros, gañanes, palafreneros, gente de cantina y de pocas palabras. Napoleón sería un emperador, pero ellos? ¡gente indomable!
Compartir: