Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Las telas de la casa de Bermejo, caras por lo que parece, no están en ARCO. Tampoco los árboles que promete Rajoy y que son tantos como para llenar España de lobos y Caperucitas Azules. No hay tampoco en ARCO una homilía de obispos, ni siquiera la camisa de una de las ?nekanes? que son al diseño lo que Hitler a la poesía.
Es una pena que la política española no tenga un hueco en una de las principales ferias del mundo porque íbamos a impactar. Se cree Sarkozy muy artista cuando es un aprendiz comparado con la sonrisa positiva de Zapatero o el dentista para todos de Rajoy. No hay autor que exponga en el MOMA que sea la mitad de creativo que Bono, aquel que se marchó sin decir por qué y ha vuelto sin explicar cómo? y que antes de ganar las elecciones ya tiene asegurado el púlpito del Congreso desde el que reconducir el comportamiento de Martínez Pujalte.
Llamazares se ha pasado al videoarte, al second life, a lo virtual que es una manera de salir huyendo de la realidad antes de que ésta te borre del paisaje. Hay arte, a su vez, en la espera calma de los nacionalistas que engrasan la máquina de hacer caja porque saben que en marzo hará su agosto.
Pero nada. Ni las cortinas renovadas del pisillo de Trujillo, (ahora de Bermejo el perplejo), se puede comparar con la habilidad de Magdalena Álvarez que ha dilatado la llegada del AVE hasta hacer un culebrón de vía estrecha. Hay motivos para visitar ARCO, pero muchos más para encontrar arte en cada propuesta de esta larga campaña electoral.
Compartir: