Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Tarde o temprano el rufián tenía que regresar. La última vez que hizo unas declaraciones fue en un hotel de París y luego aparecieron unas fotos suyas en calzoncillos, y aquella historia del capitán Khan. Lo lamentable es que a tipos como Roldán se les haga una entrevista, lo triste es que además tengan audiencia.
Había que recordar las ínfulas que se daba el maño cuando mandaba en la Guardia Civil y las miradas de desprecio que nos dedicaba a los periodistas. Tanto ir de jefe de la mafia y al final era un guindilla pelao.
Roldán es producto de la España cutre, (ya quisiera él ser un pícaro de la época de Quevedo). Es un animal en extinción que ahora vende sus memorias por una bolsa de monedas de oro, lo que siempre supo hacer: traficar con la mentira diplomada. Un ladrón condenado que quiere ir de víctima. Otro más.
Lo siguiente será que alguien le escriba un libro, o cantar como El Dioni, o hacerse tertuliano de un canal de cutrevisión nocturna. Roldán es un necio, no confundir con una necesidad. El necio ni dice, ni cuenta, ni vale. Pero el necio televisado tiene tanta aceptación como un Lunni. Roldán y Lucho son peluches de almacén.
Esta noche hablará en exclusiva en una televisión, y lo venden como un gran triunfo del periodismo. En realidad es un gran triunfo de la era del plástico porque alguien así debe tener la cara de plexiglás y el culo como un envase de tuppeware.
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