Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Cuando la ministra cierre la puerta del despacho los informes deben volar como en un congreso de telequinesia; miedo le daría a la niña de El Exorcista asistir al espectáculo. Elena Salgado no tiene un segundo de calma, en su mesa los objetos brincan, los papeles se desordenan, hay remolinos con los teléfonos móviles, sicofonías de castillos de Irlanda, y los ministros pintados al lienzo discuten unos con otros a voz en grito. (Ni girando el cuello a la velocidad de la niña de El Exorcista se puede hacer una idea de los vaivenes de los mercados).
Hace tiempo que Salgado asumió el pensamiento de Mafalda: “como siempre lo urgente no deja tiempo para lo importante”, es posible que fuera el último consejo que le dio Solbes antes de soltar la cartera y salir huyendo Ibex abajo, (ya que no pudo conseguir la excelencia al menos le quedaba el consuelo de pedir la excedencia). Pero por encima de “Mafalda” Salgado está su jefe, “Guille”, que tiene otra línea de pensamiento: “¿Y si apeláramos a la sensatez y dejáramos las cosas para otro día?”. Un día por otro y las reformas por hacer. El “Guille” de la Moncloa se ha convertido en un experto en maniobras de escapismo que entretienen al personal con bonitos juegos de manos, algunos trucos y siempre con algún conejo en la chistera, aunque cada día los conejos sean más raquíticos. El “Guille” de la Moncloa no estudió en las “Discípulas de Jesús” de León si no en Hogwarts, el colegio de Harry Potter. El domingo puede decir que se va a reunir con veinticinco empresarios y luego citar a treinta el sábado.
Los mercados no han leído las tiras de Quino y no tienen corazón, de esa manera “Mafalda” Salgado va de lo urgente a lo importante con la prosodia cansina de la voz en off del anuncio de Ikea: “de la cama al sofá, y del sofá a la mesa, y de Moncloa a Bruselas”. Un sin vivir, oiga.
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