Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Cierto es que la epidemia de la gripe este año ha salido ?heavy? y viene directamente a por nuestros estreptococos pero mayor verdad es que en cuanto notamos una tos inundamos las urgencias. Un leve dolor de cabeza, un termómetro rumbero y a dar palmas camino del hospital en insólita romería madrileña. Una encuesta refleja que cerca de la mitad de las personas que han estado en urgencias este fin de semana no tenían nada de importancia, es decir que no era tan grave, es decir que igual somos unos exagerados. También pudiera ser que no tenemos abuela, (aquella santa que nos recomendaba un vaso de leche y a sudar a la cama cuando tenías catarro). Cientos de series médicas, horas de ?doctor House?, nos llevan a ser clientes potenciales de las urgencias.
Pudiera suceder que la aglomeración de enfermos imaginarios colapse el normal funcionamiento de un hospital y termine por costarle un disgusto a un enfermo que tenga algo serio. Parece que no nos acostumbramos a que existen centros de salud donde se puede pedir hora por un ?moquillo loco?. Un cierto prurito de inmadurez nos lleva a pensar que somos el ombligo del mundo y que nos tiene que atender el doctor Marañón en persona. También puede suceder que el personal se sienta sólo en la vida y si no es por ese ratito ante el médico parece que nadie le ha hecho caso, (e igual va a ser verdad). Semejante patología urbana no la curan en un centro hospitalario.
Las urgencias no son guarderías pero nadie lo diría. Se podría aplicar un carnet por puntos para los más reincidentes, a los que tienen una tos muy extraña, casi de perro, casi de concurso canino, y que les den un premio por el ?pedigree?. La atracción que ejerce una bata blanca es digna de estudio, hemos pasado de ir detrás de las sotanas para que nos absolvieran de los pecados a perseguir a los médicos para que nos receten un antibiótico. Si la Consejería de Sanidad publicara los datos de los más reincidentes más de uno iba a pasear por la calle señalado con manos de catorce dedos.
Tanto ir a las urgencias y al final nos van a encontrar algo que igual no conviene. Diga 33 pero dígalo en casa, hombre.
Compartir: