(“COLPISA/VOCENTO“, jueves 15 de noviembre 2012)
Tomadas las debidas distancias resulta igual de insólito que el conde de Salvatierra, (hijo de la duquesa de Alba), se adhiera a la huelga general como que lo haga el que fue Ministro de Trabajo, Valeriano Gómez. Cayetano dice que es huelguista en defensa de la hípica atacada como deporte, y Gómez no sabemos de qué se queja porque algo de responsabilidad tiene en todo esto, no vale que se haga la princesa ofendida. Es Rajoy quién gobierna pero no es el primero en usar las tijeras de podar aunque ahora nadie se acuerde de Zapatero bajo cuyo mandato comenzaron las alucinaciones que da la contemplación de los brotes verdes. A veces la falta de memoria inmediata sonroja: los recortes en materia social y económica comenzaron en la última legislatura del anterior gobierno. Crisis también había entonces cuándo el ex presidente del Gobierno habló en el Congreso de tomar medidas extraordinarias.
Para los sindicatos el 14-N ha sido un ensayo con público dicho en lenguaje de teatro, durante los mandatos de Zapatero habían perdido la costumbre de poner la pancarta en la calle. Por lo tanto que haya sido la segunda huelga general que le montan a Rajoy en siete meses quiere decir que le han cogido gusto al tema y que vendrán más, sin duda. Rajoy debe tener por cierto que habrá nuevas citas en el calendario anunciadas con megáfono.
A los sindicatos la foto en la calle les anima y les devuelve a una actualidad que tenían perdida, su capacidad de convocatoria estaba bajo mínimos y por eso han echado el resto esta vez. Tanto UGT como CCOO quieren hacer suyo el cabreo popular aunque llegan tarde, ese malestar contra la clase política también se extiende hacia ellos que son percibidos como parte del sistema por mucho que se deje Méndez crecer la barba.
Aquí cada uno se juega lo suyo: Rajoy la credibilidad en Europa, los sindicatos su proyecto de futuro inmediato, Rubalcaba el liderazgo en la oposición, la patronal su papel de interlocutor. Mientras, el trabajador usado como marioneta de todos ellos contempla con cierta distancia fotos, pancartas, comunicados y piquetes. Quizá por la seriedad del problema que nos afecta el conde de Salvatierra podría haber elegido otro día para reivindicar el buen nombre de los jinetes españoles, no está el patio como para presumir de caballito domado por los reales de la Feria.
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